La espiral de violencia entre la India y Pakistán volvió a dispararse después de la masacre del 22 de abril contra un grupo de excursionistas en la Cachemira india. Los últimos balances oficiales contabilizan más de 80 fallecidos y decenas de heridos a ambos lados de la frontera de facto, la Línea de Control (LoC), epicentro de un intercambio de fuego casi ininterrumpido desde entonces.
Según un recuento de la agencia EFE, actualizado este 9 de mayo, 49 de las víctimas se registraron en territorio indio incluidos los 26 turistas acribillados en abril y 31 en suelo paquistaní, donde Islamabad denuncia 57 heridos por bombardeos y artillería pesada.
“Operación Sindoor” la respuesta de Nueva Delhi
Nueva Delhi bautizó su represalia aérea del 7 de mayo como Operación Sindoor, en alusión al pigmento rojo que las mujeres hindúes casadas llevan en la frente y que, irónicamente, simboliza el luto que dejaron los atacantes. El raid impactó al menos nueve presuntos campamentos de insurgentes en la Cachemira paquistaní; el Gobierno indio afirma que “unos 100 terroristas” murieron, cifra que Islamabad refuta mientras lamenta una treintena de civiles caídos.
La tensión tampoco afloja en tierra. Durante quince días consecutivos se han reportado disparos de mortero y armas ligeras a lo largo de la LoC. El resultado es palpable: aldeas vacías, escuelas cerradas y centenares de familias huyendo con lo puesto hacia los valles menos castigados por las balas.
Víctimas colaterales de alto perfil
Entre los muertos del bombardeo indio se encontraría Abdul Rauf Azhar, hermano del clérigo Masood Azhar fundador de Jaish-e-Mohammed según reconocieron facciones talibanas paquistaníes. El dato subraya el carácter híbrido del conflicto, donde líneas entre militancia y población civil se desdibujan con facilidad.
¿A un paso de la guerra abierta?
El intercambio de fuego llega en un momento en que ambos vecinos potencias nucleares atraviesan ciclos electorales, presión interna y alianzas externas divergentes. Voces diplomáticas advierten que la suspensión del Tratado de Aguas del Indo por parte de la India, sumada al respaldo público de Estados Unidos y Francia a Nueva Delhi frente al apoyo de China y Turquía a Islamabad, crea un cóctel que acerca la crisis a un punto de no retorno.
“Cualquier error de cálculo puede detonar un conflicto regional con consecuencias globales”, resume el analista militar Viresh Kapoor, quien recuerda que los dos países movilizan más de 500 000 efectivos en torno a la LoC. Mientras tanto, los habitantes de Cachemira débiles fichas en un tablero geopolítico más grande siguen mirando al cielo de día por si pasan los drones, de noche por si descienden los misiles.
La comunidad internacional ha pedido contención, pero en los valles himalayos la palabra “tregua” se ha vuelto rara, y el estruendo de la artillería, cotidiana. Si no se reanuda el diálogo directo, advierten los observadores, la Operación Sindoor podría ser apenas el preludio de algo mucho más devastador.