Funeral de Diogo Jota dolor y unidad en Gondomar

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Gondomar (Portugal). Bajo un cielo gris que pareció hacer coro a la pena colectiva, la comunidad futbolística despidió este sábado a Diogo Jota y a su hermano André Silva, fallecidos en un accidente vial que estremeció al deporte luso y al Liverpool. Las campanas de la Iglesia Matriz repicaron justo cuando los féretros cruzaron el umbral, flanqueados por familiares y compañeros de cancha.

Según reportes de la agencia EFE, la primera fila de bancos la ocuparon el seleccionador Roberto Martínez y el presidente de la Federación Portuguesa de Fútbol, Pedro Proença, arropados por figuras como Bernardo Silva, Rúben Dias y João Félix. Desde Inglaterra viajaron Virgil van Dijk y Jordan Henderson con sendas camisetas florales el “20” de Jota y el “30” de André, recordatorio silencioso de la huella que ambos dejaron en Liverpool y Penafiel.

El obispo de Oporto, Manuel Linda, ofició una homilía íntima en la que habló directamente a los tres hijos de Jota Dinis, Mafalda y Duarte, menores que ahora crecerán con el eco de los goles de su padre y el legado fraterno de André. El prelado no evitó la crudeza “Ver dos ataúdes de hijos es un tormento para cualquier madre”, dijo, y el templo contuvo el aliento.

Más allá de las lágrimas, el sepelio evidenció la hermandad que muchas veces se nombra en el fútbol, pero que pocas veces se ve tan tangible como hoy. Jorge Mendes, agente de Jota, y André Villas-Boas, presidente del Oporto, se confundieron entre decenas de vecinos que abarrotaron el recinto con la misma naturalidad con que lo hacían cuando el delantero, entonces un niño flaco y velocísimo, destrozaba redes en las canchas de tierra de Gondomar.

El accidente ocurrió en la A-52 de Zamora, España, apenas trece días después de la boda de Jota con su compañera de toda la vida, Rute Cardoso. El golpe al Liverpool es profundo desde 2020, el luso acumulaba más de 50 tantos con la casaca ‘red’ y era pieza fija en la pizarra de Jürgen Klopp. Penafiel, por su parte, pierde a un André que apuntaba a capitán pese a sus 25 años.

Tragedias similares han marcado al balompié el vuelo de Chapecoense en 2016 o la muerte de Emiliano Sala en 2019, pero este caso sacude por la simultaneidad fraterna y la juventud truncada. En Portugal, la Dirección General de Tráfico reavivó campañas de prevención tras conocer el siniestro, al tiempo que la FPF explora homenajes permanentes; se baraja bautizar con los apellidos Jota-Silva un torneo juvenil formativo.

Cuando el cortejo fúnebre cruzó la reja del cementerio parroquial, los presentes rompieron en un aplauso largo, seco, que pretendía ser consuelo y terminó como epitafio. Queda el golpe a la selección lusa, que pierde a su killer de área en plena etapa de renovación, y la certeza de que como recordó emotivamente Roberto Martínez “Jota y André seguirán jugando en el corazón de la familia futbolera”. Porque en un deporte que vive del gol y la ovación, también late, a veces dolorosamente, la memoria.

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