Un brote de seis casos de miasis humana encendió las alarmas sanitarias mexicanas esta semana, luego de que larvas del gusano barrenador (Cochliomyia hominivorax) invadieran heridas abiertas en personas de Chiapas y Campeche. El hallazgo sacudió no solo al sector salud local, sino también a los países vecinos que comparten clima tropical y movimiento ganadero frecuente.
Según el boletín oficial de la Secretaría de Salud mexicana, citado por diarios como El País, cinco pacientes ya fueron dados de alta y uno continúa hospitalizado bajo vigilancia estrecha. Las autoridades reforzaron la vigilancia en corrales y clínicas rurales ante el temor de que la plaga, que también amenaza al ganado, se dispare justo al inicio de la temporada de lluvias.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recuerda que el gusano barrenador del Nuevo Mundo fue eliminado de Norteamérica en 1966 mediante la técnica de la mosca estéril, pero sigue endémico en buena parte del Caribe y Sudamérica. Las larvas “barrenan” tejido vivo, abriéndose paso con mandíbulas ganchudas y causando dolor, supuración y, si no se extraen a tiempo, necrosis grave.
La reaparición no es un hecho aislado. Un informe de 2024 del mismo CDC registró 18 000 casos animales en Panamá y miles más en Costa Rica y Nicaragua, datos que muestran cómo la barrera sanitaria se ha ido debilitando desde la pandemia. México y Estados Unidos sostienen desde 1972 la Comisión México-Americana para la Erradicación del Gusano Barrenador (COMEXA), responsable de soltar machos estériles a lo largo de la frontera norte. No obstante, la presión de casos al sur amenaza con desbordar la línea de contención, algo que los productores dominicanos conocen bien hace apenas dos años el Ministerio de Agricultura local aumentó un 30 % el presupuesto de vigilancia tras detectar focos en Monte Cristi y Dajabón.
¿Quiénes están más expuestos?
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Gente que vive o trabaja con ganado en zonas rurales.
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Personas con heridas quirúrgicas o llagas sin cubrir.
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Poblaciones inmunodeprimidas, niños y envejecientes malnutridos.
A nivel económico, el gusano barrenador cuesta a la ganadería latinoamericana más de 1 000 millones de dólares anuales en pérdidas directas, según estimaciones de la FAO. Cada vaca infectada conlleva sacrificio o tratamientos costosos y merma de peso; en humanos, el gasto se dispara por cirugía, antibióticos y hasta evacuación aérea si la larva alcanza cavidades internas.
Medidas que recomiendan los expertos
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Cubrir toda herida con gasas limpias y repelente de insectos.
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Desparasitar mascotas; perros son reservorios frecuentes.
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Reportar inmediatamente casos sospechosos a Salud Pública para que capturen y preserven las larvas en etanol al 70 % para diagnóstico de laboratorio.
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Aplicar ivermectina bajo supervisión médica tras extracción completa de larvas, nunca antes.
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Fortalecer la campaña de mosca estéril en las líneas fronterizas de República Dominicana con Haití y en puntos de entrada por mar.
La buena noticia es que, con detección temprana y cirugía menor, la mayoría de los pacientes se recupera sin secuelas. Pero los especialistas advierten que la verdadera batalla sigue siendo la prevención en el ganado mientras haya reses infectadas, la mosca tendrá un “aeropuerto” abierto para saltar al ser humano.
Para el Caribe, la lección es clara no basta con mirar al norte donde la plaga ya fue erradicada, sino blindar el patio trasero con vigilancia continua, inversión en técnicas de control biológico y educación comunitaria. Solo así podremos cerrar la puerta a un insecto que literalmente se abre camino a dentelladas por la piel latina.