Con la precisión de un reloj suizo y la presión mediática encima bomberos del Vaticano se encaramaron este viernes al techo de la Capilla Sixtina para fijar la delgada tubería que, en cuestión de días, revelará al mundo si los cardenales lograron ponerse de acuerdo sobre el sucesor de Francisco.
De acuerdo con el despacho de prensa que sirvió de base para esta nota, el conducto metálico será el mensajero silencioso de cada votación humo negro cuando falten votos, humo blanco cuando la balanza llegue a los dos tercios necesarios.RTVE
La mezcla química que tiñe las “fumatas” perclorato de potasio, antraceno y azufre para el humo negro; clorato de potasio y lactosa para el blanco es la misma que se empleó en 2013, cuando cinco escrutinios bastaron para que el cardenal Bergoglio saliera al balcón como papa Francisco.
El cónclave arrancará el 7 de mayo y reunirá a 123 cardenales con derecho a voto. Para impedir filtraciones, la Sixtina se ha convertido en un búnker 5G-proof bloqueadores de señal, láminas anti-dron y sensores de frecuencia blindan el recinto, una versión high-tech del tradicional juramento de secreto.
Más allá del ritual, el nuevo pontífice heredará un tablero complejo. El Vaticano cerró 2023 con un déficit de €83 millones y un agujero millonario en su fondo de pensiones, a pesar de los recortes y la cruzada por la transparencia emprendida en los últimos años.
También pesará la demografía: mientras el número global de católicos ronda los 1 400 millones, en regiones como Estados Unidos la proporción bajó al 19 % y se desplaza hacia comunidades hispanas y asiáticas, obligando a repensar el mapa pastoral y la comunicación digital.
Con la chimenea ya erguida, Roma se prepara para ese instante de suspense en que miles miran al cielo o al livestream esperando un soplo de humo. Tradición de siglos y desafíos de mañana se darán la mano cuando una nube blanca, tan frágil como decisiva, anuncie que la Iglesia vuelve a tener capitán.
