La Pascua de Resurrección se vivió este 20 de abril en la plaza de San Pedro con un matiz inusual el Papa Francisco, aún convaleciente, no presidió la misa, pero su homilía leída por el cardenal Angelo Comastri invitó a “salir a buscar a Cristo vivo” en cada gesto cotidiano, “llorando las lágrimas de quien sufre”.
Según EFE, unas 35 000 personas abarrotaron la explanada vaticana mientras el pontífice seguía la ceremonia desde la Casa Santa Marta, reservando fuerzas para asomarse después a impartir la bendición Urbi et Orbi.
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En ese texto pascual, Francisco urgió a no “aparcar el corazón” en seguridades fáciles ni en la tristeza, sino a “correr llenos de alegría” tras el Resucitado. La imagen de un Cristo que “multiplica la belleza de la vida” resonó con fuerza tras una Semana Santa en la que el Papa debió delegar todos los ritos públicos y limitarse a una breve visita de Jueves Santo a la cárcel romana de Regina Coeli.
El trasfondo sanitario sigue pesando. El pontífice de 88 años salió del hospital Gemelli el 23 de marzo, después de cinco semanas de lucha contra una doble neumonía que lo obligó a oxígeno permanente y a dos meses de rehabilitación respiratoria. Los médicos subrayan que su agenda pública continuará “con restricciones estrictas” mientras completa la convalecencia.
Con todo, el Papa reapareció unos veinte minutos en el balcón central de la basílica. Sentado en silla de ruedas, sin cánulas nasales, bendijo a los fieles y lanzó un mensaje de paz: clamó por un alto al fuego en Gaza, la liberación de rehenes y la protección de los migrantes, causas que ha convertido en la brújula de su pontificado.
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La mañana incluyó otro guiño diplomático un saludo relámpago al vicepresidente de EE. UU., J. D. Vance, converso al catolicismo y defensor de políticas migratorias que el Papa ha criticado abiertamente. El intercambio, breve pero cordial, recordó la tensión latente entre la Santa Sede y la Administración Trump sobre la acogida a desplazados.
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Entre los peregrinos dominicanos que madrugaron para ver la transmisión, no faltaron testimonios de gratitud. “Oírlo hablar de lágrimas ajenas mientras él mismo se repone es un jalón de fe”, comentó vía streaming el diácono santiaguero Rafael Guzmán. Las parroquias del país replicaron el llamado del Papa organizando colectas para hospitales y asilos locales, un gesto que, en palabras del arzobispo de Santo Domingo, “pone la Pascua a correr en tierra dominicana”.
Con voz todavía frágil, Francisco cerró su breve aparición recordando que “la alegría cristiana es misionera o no es”. Y aunque los médicos aconsejan reposo, el Papa dejó claro que no piensa aparcar el corazón: su agenda para mayo incluye encuentros con refugiados y si la salud lo permite la consagración de un nuevo cardenal caribeño. Por ahora, la plaza vuelve a vaciarse, pero el eco de aquellas palabras se queda: la Pascua, dice Francisco, comienza en la calle, allí donde cada lágrima encuentra un hombro y cada herida un respiro de vida.