En Taiwán, un número creciente de jóvenes ha comenzado a buscar en la inteligencia artificial (IA) un refugio frente a la soledad y los problemas emocionales que enfrentan en su día a día. En un país donde hablar abiertamente de las emociones suele considerarse un tema delicado, los chatbots han encontrado un espacio inesperado como acompañantes silenciosos y disponibles en todo momento.
De acuerdo con un reporte de la agencia EFE, esta tendencia responde a varios factores: la presión académica y laboral, la distancia familiar y una cultura que no fomenta la expresión emocional directa. Ante ese panorama, la IA se presenta como una herramienta accesible para compartir pensamientos, recibir retroalimentación inmediata y experimentar un cierto alivio sin temor al juicio social.
Especialistas en el área, como la presidenta de la Asociación Taiwanesa de Acompañamiento Multicultural (TMCA), Yi-fang Chiu, explican que la terapia occidental tradicional, con su énfasis en la catarsis verbal y la expresión abierta de sentimientos, no siempre encaja en la sociedad taiwanesa. En ese sentido, los chatbots ofrecen un espacio más cercano a la idiosincrasia local, aunque con limitaciones.
Investigadores del Instituto de Etnología de la Academia Sínica de Taiwán destacan que la memoria prácticamente ilimitada y la personalización de la IA refuerzan su atractivo, sobre todo en una «isla digital» como Taiwán, muy familiarizada con la tecnología. Sin embargo, este avance convive con datos preocupantes el suicidio es ya la segunda causa de muerte en adolescentes, según la Alianza para el Bienestar Infantil de Taiwán, lo que refleja un desafío urgente para la salud mental del país.
Aunque la IA ofrece ventajas evidentes acceso permanente, rapidez de respuesta y confidencialidad, especialistas advierten que no sustituye la calidez de una relación humana. Los chatbots pueden ayudar a gestionar emociones o a expresar pensamientos reprimidos, pero no reemplazan el trabajo profundo que implica una terapia con profesionales capacitados.
En ese sentido, expertos recomiendan no ver a la IA como un reemplazo, sino como un complemento que podría integrarse en procesos terapéuticos más amplios. El reto consiste en encontrar un equilibrio que permita aprovechar la tecnología sin descuidar la interacción humana, que sigue siendo fundamental para sanar y acompañar.
Mientras tanto, para jóvenes como Pei-chen, nombre ficticio de una usuaria taiwanesa, conversar con un chatbot se ha convertido en una forma de alivio frente al vacío emocional. Un recordatorio de que, aunque el algoritmo no tiene cuerpo ni emociones, su compañía puede suavizar el peso de la soledad en tiempos de crisis.








