Elon Musk soltó la bomba en febrero pasado, durante el Bosch Connected World en Berlín: “Si no aceleramos la generación y el almacenamiento de energía limpia, el hambre eléctrica de la inteligencia artificial (IA) y de los vehículos eléctricos (VE) nos pasará factura más rápido de lo que pensamos”. La advertencia llegó justo cuando la humanidad vive su momento más conectado y electrificado.
Como reseña Miguel Terán Haughey en eleconomista, el magnate sudafricano subrayó que tanto la IA —a través de gigantescos centros de datos— como la expansión de los VE están disparando una demanda que los sistemas eléctricos tradicionales no están listos para soportar. Su diagnóstico no es un arrebato: se apoya en datos difíciles de ignorar.
Un apetito energético que rompe récords
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IA sin freno. Los modernos data centers dedicados a IA ya consumen tanta electricidad como 100 000 hogares cada uno, y los campus que vienen en camino demandarán hasta 20 veces más, según la Agencia Internacional de Energía (AIE).
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La curva en ascenso. La AIE calcula que los centros de datos duplicarán su consumo mundial antes de 2030, rozando los 945 TWh al año, el equivalente a todo Japón encendido 12 meses.
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Vehículos eléctricos al volante. Solo la flota global de VE añadirá entre 6 % y 8 % a la demanda eléctrica en una década.
Con esos números, la electricidad vuelve a ser el “nuevo petróleo” de la era digital. El problema es que la red, tal cual está, se estira como una liga que amenaza con romperse.
¿Y el Caribe qué?
La preocupación no es exclusiva de las potencias industriales. En la República Dominicana, la demanda eléctrica crece a ritmo histórico: el país instaló 1,396 MW nuevos de capacidad renovable solo en 2024 y aspira a que las fuentes limpias representen 25 % del parque generador este año.
El viernes 8 de febrero, el operador del sistema registró 743.6 MW solares y 328 MW eólicos simultáneos, una señal de que el sol y el viento ya no son figurantes. Pero aun así, especialistas locales avisan que los grandes proyectos fotovoltaicos del sur y los parques eólicos del Cibao exigen reforzar las líneas de transmisión y modernizar subestaciones que datan del siglo pasado.
Tres claves para no quedarnos a oscuras
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Transformadores y baterías como prioridad. Musk insiste en multiplicar la fabricación de transformadores y en desplegar baterías de larga duración. La isla lleva ventaja: los contratos más recientes incorporan almacenamiento en contenedores para equilibrar la red nocturna.
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Normas de eficiencia para los data centers. El sandbox regulatorio que discute la Superintendencia de Electricidad podría exigir “certificados verdes” a toda empresa que instale servidores de alta densidad, atando su expansión a nueva generación renovable.
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Tarifas dinámicas y flexibilidad. La AIE observa que el 20 % del crecimiento de la demanda de las economías avanzadas provendrá de data centers a 2030. Aplicar precios horarios incentiva a estos colosos a consumir cuando sobra viento o sol.
Más allá de la alarma, una oportunidad
La misma IA que hoy mete presión puede optimizar redes, predecir picos de consumo y orquestar microrredes comunitarias. Google, por ejemplo, recorta un 30 % la energía de sus refrigeradores usando algoritmos de DeepMind. Y Tesla ya vende su software Autobidder a operadores que subastan en milisegundos la energía de sus baterías domésticas.
Para República Dominicana, el mensaje es claro: la carrera no es solo por kilovatios-hora, sino por innovación y resiliencia. Si el país consolida reglas de inversión claras, acelera las interconexiones y apuesta por almacenamiento, puede convertir la amenaza en ventaja competitiva, atrayendo data centers “verdes” y fabricando componentes para el Caribe entero.
El poder hoy se mide en bytes y electrones. Hacer caso omiso a la advertencia de Musk sería ingenuo; sobrerreaccionar, miope. Toca planificar con cabeza fría y ejecutar con la misma rapidez con que la IA aprende y los VE ruedan. Porque la próxima gran crisis —si llega— no vendrá por falta de petróleo, sino por un enchufe que no aguanta más.