Nueva batalla legal sacude a Florida por ley que criminaliza a inmigrantes

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La preocupación crece en los barrios y campos floridanos, donde muchas familias temen las repercusiones de normas cada vez más estrictas contra quienes llegaron al país en busca de una vida mejor. Numerosas personas con estatus migratorio incierto enfrentan amenazas de arrestos y cargos penales, aun cuando sus procesos de regularización permanecen abiertos. Este panorama ha generado un ambiente de incertidumbre que no solo perturba la cotidianidad, sino que también abre debates sobre el balance entre la seguridad y la justicia.

Tal como informa EFE, la reciente ley SB 4-C aprobada en Florida desencadenó una demanda federal alegando que el estado carece de competencia legal para imponer medidas que criminalicen la entrada o el reingreso de inmigrantes. Organizaciones como la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) consideran que la norma viola principios constitucionales, pues el manejo de la política migratoria recae en las autoridades federales. Distintos colectivos, entre ellos la Asociación de Trabajadores Agrícolas de Florida, se han sumado a la querella con el fin de proteger a residentes de larga data, muchos de ellos con hijos ciudadanos estadounidenses.

La versión oficial de la ley, promulgada a principios de febrero, impone penas obligatorias de prisión para quienes entren sin autorización a Florida o retornen al estado en la misma condición. De acuerdo con la ACLU, esta disposición también afectaría a personas que están en pleno proceso de solicitar asilo o que cuentan con algún recurso migratorio en marcha. El temor a ser privados de su libertad desborda las oficinas de asistencia legal y dispara la demanda de orientación especializada.

Organismos de derechos civiles señalan que, además de la posible inconstitucionalidad de la SB 4-C, se prevén consecuencias sociales profundas. Un informe del Pew Research Center expuso que, en 2020, Florida albergaba a más de cuatro millones de inmigrantes, una población con alto impacto en sectores agrícolas, turísticos y de servicios. El aumento de redadas y detenciones podría repercutir en la economía local, perjudicando negocios que dependen de la mano de obra migrante. Asimismo, familias mixtas —donde algunos miembros son ciudadanos y otros no— corren el riesgo de quedar separadas.

La demanda presentada busca detener la aplicación de la ley mientras el litigio avanza, argumentando que la misma atenta contra derechos básicos y altera la armonía de las comunidades inmigrantes. Los demandantes también sostienen que las autoridades estatales no cuentan con entrenamiento especializado para identificar casos de asilo o evaluar procesos migratorios pendientes. Con el arrastre de esta controversia a los tribunales, diversos grupos promotores de reformas migratorias esperan que se siente un precedente que refuerce la protección de quienes, desde hace años, han hecho de Florida su hogar.

Diversas organizaciones resaltan que, si se pretende una gestión migratoria eficaz, resulta imprescindible la cooperación entre agencias federales y estatales en lugar de la imposición de leyes punitivas que incrementan la desconfianza. Otros referentes en la materia, como el Migration Policy Institute, destacan que los estados suelen rebasar sus atribuciones al legislar en este ámbito, generando conflictos legales que desgastan recursos y fracturan el tejido social. No está claro cómo se resolverá la batalla legal, pero la presión sobre los tribunales sigue en aumento.

Esta coyuntura pone en evidencia el tenso pulso político en un país que históricamente se ha forjado con el aporte de distintas comunidades migrantes. El futuro de la SB 4-C dependerá, en gran medida, de la interpretación judicial sobre la frontera entre el poder estatal y el federal. Mientras tanto, miles de familias mantienen la esperanza de que las cortes federales garanticen su derecho a trabajar y vivir en el territorio floridano sin el temor constante de ser detenidas.

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