Nueva York, bajo asedio federal el polémico reclamo de 188 millones por la crisis migratoria

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La ciudad de Nueva York atraviesa un clima de efervescencia ante la posibilidad de perder parte de los fondos federales utilizados para alojar a miles de inmigrantes. El arribo constante de personas que buscan una vida mejor ha puesto en jaque la capacidad de respuesta de la administración local, que dice haber invertido montos astronómicos en hoteles y servicios de emergencia.

Tal y como difundió EFE, las autoridades federales han reclamado 188 millones de dólares destinados a programas de refugio y asistencia. Esta situación tensó más la cuerda entre el Gobierno municipal y la Administración Trump, que exige la devolución de al menos 106 millones de dólares ya desembolsados. De acuerdo con datos oficiales de la ciudad, llegaron más de 200.000 inmigrantes en un lapso de dos años, provocando un cuello de botella en los albergues públicos y el arrendamiento de hoteles para ampliar la capacidad de acogida.

Analistas del Migration Policy Institute señalan que el impacto económico de estos flujos migratorios recae en gran medida en las metrópolis que, como Nueva York, tratan de responder a necesidades inmediatas de alojamiento, alimentación y asesoría legal. En medio de la disputa, la administración del alcalde Eric Adams evalúa acciones legales para retener los fondos que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) ha estado reclamando. Adams subraya que, mientras la ciudad colapsaba con la llegada de inmigrantes, no hubo suficiente apoyo de altos representantes demócratas, lo que, según él, cargó a Nueva York con una factura de 7.000 millones de dólares.

En paralelo, se observa un escenario nacional donde las políticas migratorias continúan en un limbo, y en el que los gobiernos estatales y locales terminan improvisando. Datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos muestran que las urbes más populosas reciben mayores flujos de migrantes, obligando a replantear prioridades presupuestarias. En este caso, algunos legisladores locales advierten que, de no llegarse a un acuerdo pronto, los programas de asistencia podrían verse afectados, ocasionando aún más problemas para la población en situación vulnerable.

La tensión no se limita a las finanzas: también hay un giro político notable. El alcalde se ha distanciado públicamente de figuras de su propio partido, y no ha dudado en reconocer a la Administración Trump por las medidas de seguridad fronteriza que, a su juicio, aligeran la carga de inmigrantes que llegan a la ciudad. Sin embargo, este reconocimiento no evita el malestar generado por la exigencia de devolución de fondos, que, de concretarse, golpearía aún más las arcas municipales.

Algunos grupos comunitarios señalan que muchos de estos migrantes están a la espera de procesos legales o estatus especiales, y temen quedarse sin un lugar digno donde pasar la noche. En la práctica, los albergues siguen saturados y las plazas hoteleras se ven estiradas al máximo. Observadores independientes comentan que si la ciudad no logra un acuerdo con el Gobierno federal, podría encaminarse a batallas judiciales prolongadas. Mientras tanto, la incertidumbre sobre el futuro de estos recursos se suma a la lista de retos que la Gran Manzana tendrá que afrontar en materia de vivienda y políticas de integración.

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