La visita del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, a Ciudad de Panamá marcó un antes y un después en la relación estratégica entre ambas naciones. Sus declaraciones resaltaron la posición panameña de resguardar sin titubeos su soberanía sobre el Canal, un paso navegable que lleva más de un siglo impulsando el comercio global.
Según la agencia EFE, el Gobierno panameño anunció que retirará su participación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, impulsada por China desde 2013. Este giro llama la atención de la comunidad internacional, pues Panamá fue uno de los primeros países latinoamericanos en sumarse a ese proyecto años atrás. La decisión coincide con la preocupación de Washington por el rol de China en infraestructuras clave de la región, especialmente en los alrededores del Canal. Hegseth elogió la postura de la administración panameña y reafirmó la voluntad de Estados Unidos de cooperar en áreas como defensa y seguridad de la vía interoceánica.
La controversia por la presencia de empresas de capital hongkonés en puertos aledaños al Canal ha suscitado debates intensos. Mientras el expresidente estadounidense Donald Trump llegó a expresar inquietudes sobre un supuesto control chino, especialistas de la Universidad de Panamá argumentan que el traspaso de los puertos y las concesiones se encuentran bajo escrutinio del Gobierno local, el cual mantiene el último criterio en cuestiones de soberanía. La Autoridad del Canal de Panamá (ACP), creada tras la transferencia definitiva de esta infraestructura en 1999, ha insistido en que no existe ninguna intromisión ajena que ponga en riesgo la neutralidad pactada con Estados Unidos en el Tratado de Neutralidad permanente.
En medio de estos acontecimientos, se ha destacado la negociación de un esquema que alivie las tarifas militares estadounidenses por uso del Canal. Algunos medios norteamericanos indican que esta concesión podría fortalecer la colaboración de seguridad en la región y proyectar a Panamá como un aliado clave para su vecino del norte. La empresa estadounidense BlackRock, por ejemplo, había anunciado movimientos para adquirir derechos de operación en conjunto con firmas hongkonesas, un proceso que ahora encara verificaciones antimonopolio en Asia.
Observadores internacionales señalan que la decisión de Panamá de poner distancia con la Iniciativa de la Franja y la Ruta refuerza su rol histórico como punto de encuentro comercial, sin adherir su estrategia a una sola potencia. No faltan quienes ven en este acto una señal de confianza en la relación bilateral con Estados Unidos, que construyó el Canal a principios del siglo XX y lo administró durante décadas. Los analistas también comentan que Panamá, al consolidar su modelo de cooperación, quiere demostrar control absoluto sobre su mayor activo, evitando fricciones que puedan desdibujar su imagen soberana.
En el horizonte quedan múltiples retos. Voces del sector naviero nacional reconocen que el Canal enfrenta desafíos por el aumento del tráfico global, la modernización constante de buques y la competencia de rutas alternativas. Sin embargo, el afán de establecer diálogos de alto nivel en materia de seguridad y el potencial de una economía diversificada podrían mantener el lugar de Panamá como uno de los pasos más trascendentes del comercio marítimo internacional.
Los analistas concuerdan en que la hoja de ruta del Gobierno panameño prioriza un balance entre sus alianzas y su independencia, un mensaje contundente para potencias regionales y mundiales. La protección del Canal, un pilar económico que conecta el Atlántico y el Pacífico, se convierte en símbolo de autodeterminación y prudencia geopolítica, reafirmando la importancia de este corredor para toda América Latina.