Con uñas y dientes, y tras una madrugada de pulseos internos, la Cámara de Representantes aprobó 215-214 el paquete fiscal impulsado por el presidente Donald Trump, encaminándolo ahora al Senado dominado por los republicanos. El proyecto rebautizado por el propio mandatario como “el gran y hermoso proyecto de ley” prolonga y amplía los recortes tributarios de su primer mandato y blinda nuevos beneficios, desde propinas libres de impuestos hasta incentivos para vehículos “Made in USA”.
Según EFE, la votación se cerró luego de que la Casa Blanca convenciera a los ultraconservadores más reacios, preocupados por un mayor gasto y el impacto sobre el déficit. La meta política es clara que el texto llegue al Despacho Oval antes del 4 de julio, una foto que Trump sueña exhibir en pleno año electoral.
El costo real 2,4 billones más a la deuda
Las proyecciones más recientes de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) advierten que la iniciativa añadirá 2,4 billones de dólares a la deuda federal en la próxima década, llevándola por encima de los 36 billones que ya registra el tablero electrónico de Times Square. Ese monto se suma a un panorama donde el déficit de 2025 ronda los 1,9 billones y avanza a mayor ritmo que los ingresos federales.
El tamaño del boquete preocupa a analistas y calificadoras Moody’s, la única gran agencia que aún mantenía la nota máxima de EE.UU., dejó entrever este mes que podría rebajarla si el Congreso no muestra un plan creíble para estabilizar las finanzas públicas. Un recorte de calificación encarecería de inmediato la refinanciación de la deuda y restaría oxígeno al crecimiento.
El punto de quiebre salud y ayuda social
Para cuadrar números, el texto recorta más de 1 billón en programas sociales, con un tijeretazo de hasta 500 000 millones en Medicare y límites más estrictos para acceder a cupones de alimentos y Medicaid. La CBO calcula que 8,7 millones de personas podrían perder cobertura médica si se mantiene el diseño actual. El ala moderada republicana teme el efecto electoral de semejante golpe, pero los conservadores exigen recortes aún más rápidos.
Remesas y frontera un choque diplomático
Otro capítulo candente es el impuesto del 5 % a las remesas enviadas al extranjero. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, calificó la medida de “discriminatoria” y advirtió que lastimará a millones de hogares que dependen del dinero enviado desde EE.UU. El gravamen se mezcla con mayores fondos para control fronterizo y con la política migratoria “cero tolerancia” que la Administración quiere profundizar.
Próxima parada un Senado dividido
Aunque los republicanos dominan la cámara alta, bastan tres deserciones para frenar la propuesta. Senadores como Susan Collins y Lisa Murkowski ya adelantaron reservas, sobre todo por los recortes a Medicaid en estados rurales y por el tope a deducciones estatales y locales. Si el texto se traba, la fecha simbólica del 4 de julio quedaría en veremos y la Casa Blanca tendría que negociar de nuevo o arriesgarse a un choque con sus propios correligionarios.
¿Qué viene después?
Wall Street observa con cautela: si el paquete se convierte en ley sin ajustes, la Reserva Federal podría enfrentar mayor presión para subir tasas y contener la inflación derivada de un impulso fiscal agresivo. Economistas del Committee for a Responsible Federal Budget recuerdan que cada punto porcentual extra de interés supone hasta 300 000 millones de dólares adicionales en pagos de deuda a lo largo de diez años.
En el juego político, Trump apuesta a que las nuevas exenciones sobre todo para trabajadores que dependen de propinas le garanticen titulares favorables y votos clave en estados bisagra. Pero la pregunta de fondo sigue sin respuesta ¿quién paga la factura cuando llegue la resaca del déficit? Mientras tanto, el reloj de la deuda no se detiene, y la cifra de 36 billones parece más un punto de partida que una meta.