Han transcurrido veinte días desde que, la madrugada del 8 de abril, el techo de la icónica discoteca Jet Set en Santo Domingo se desplomara durante la presentación del merenguero Rubby Pérez. El siniestro ocasionó la muerte de 232 personas entre ellas el propio artista y dos de sus músicos y dejó más de 180 heridos, algunos aún en estado crítico. La tragedia, la más grave registrada en un local de ocio dominicano en las últimas décadas, ha abierto un intenso debate sobre seguridad estructural y supervisión estatal.
Según El Espectador, testigos y empleados habían observado desprendimientos parciales del plafón semanas antes del accidente; esos residuos se barrían rutinariamente antes y después de cada espectáculo, sin que se adoptaran medidas preventivas contundentes. Esa aparente omisión es ahora pieza central de las pesquisas que dirige el Ministerio Público, junto con varias demandas por homicidio involuntario interpuestas contra los propietarios, el Ayuntamiento del Distrito Nacional y el Estado dominicano por presunta falta de fiscalización.
Las primeras declaraciones del propietario
Antonio Espaillat, representante de la familia propietaria del establecimiento, ofreció sus primeras declaraciones televisadas tras la tragedia. Aseguró que la noche del suceso se hallaba en Las Vegas por motivos laborales y regresó al país tan pronto fue informado. “El primero que desea saber qué ocurrió soy yo”, afirmó. Explicó que, al llegar a Santo Domingo, allegados le recomendaron no acudir inmediatamente al local ni a los hospitales por razones de seguridad, situación que según sostuvo motivó su comunicación mediante un mensaje difundido en redes sociales horas después del colapso. Espaillat reconoció inconvenientes previos con la estructura del techo y manifestó su disposición a asumir la responsabilidad que determinen las autoridades competentes.
La sobrecarga y el deterioro estructural
Ingenieros estructurales consultados señalan que sobre la losa siniestrada reposaban varias unidades de aire acondicionado industriales y depósitos de agua, una sobrecarga que habría excedido la capacidad de diseño original del edificio, habilitado como discoteca en 1994. La combinación de peso excesivo, humedad en la losa y reparaciones superficiales al plafón de yeso habría debilitado progresivamente la estructura hasta precipitar su fallo.
Normativas modernas, supervisión deficiente
Aunque la República Dominicana actualizó su Código de Edificaciones en 2023 para alinearlo con estándares internacionales, expertos subrayan que la efectividad de cualquier normativa recae en su aplicación. La Asociación Dominicana de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (ADIA) ha reiterado la necesidad de inspecciones periódicas obligatorias para locales de alta concurrencia y de un registro público que detalle las cargas colocadas sobre las azoteas de dichos inmuebles.
Impacto social y cultural
El siniestro provocó un hondo duelo en el sector artístico el merengue patrimonio sonoro del país perdió a uno de sus intérpretes más emblemáticos, mientras decenas de músicos y trabajadores del entretenimiento se encuentran sin empleo. Diversas fundaciones artísticas han organizado conciertos benéficos en favor de las familias afectadas y, al mismo tiempo, han iniciado auditorías internas para verificar la seguridad de los escenarios donde se presentan.
Próximos pasos
El Ayuntamiento del Distrito Nacional, en coordinación con la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica, anunció un plan de inspección extraordinaria que abarcará 180 bares y discotecas de la capital. Organismos profesionales solicitan que los resultados se publiquen en línea para garantizar la transparencia del proceso. Paralelamente, una comisión técnica, integrada por peritos locales y extranjeros, dispone de un plazo de 45 días para presentar un informe definitivo sobre las causas del colapso y las responsabilidades derivadas.
A la espera de esos hallazgos, la sociedad dominicana debate cómo convertir esta tragedia en un punto de inflexión que asegure el cumplimiento estricto de las normas de construcción y el respeto por la vida de quienes como aquel público del Jet Set buscan simplemente disfrutar de la música en un entorno segur