El Cibao vibra con un frescor inusual cuando Raúl Román, apodado “La Maestría”, se acerca a los escenarios para presentar su proyecto musical. Hijo del insigne acordeonista Rafelito Román, Raúl ha decidido continuar con el compás fiestero que tanta fama le dio a su padre, pero con un giro que busca conectar con la juventud sin sacrificar la raíz tradicional.
Tal como difunde deultimominuto, el deseo de este artista es mantener el esplendor de la música típica y, a la vez, inyectarle un aire renovado. Con la impronta que le deja su dinastía, se encuentra puliendo detalles para hacer un debut en grande: nueva agrupación y arreglos repletos de vitalidad. No es poca cosa, pues cargar con el legado de Rafelito implica un compromiso con el merengue autóctono que late en el corazón dominicano desde hace generaciones.
Distintas asociaciones y portales especializados en ritmos folclóricos, como la UNESCO, han reconocido al merengue en general como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, validando su arraigo histórico en el país. Si se habla de merengue típico, se le atribuye un rol esencial en la identidad cibaeña, con su estridencia de tambora y el retumbar característico del acordeón. En ese sentido, Raúl quiere que su música hable por sí sola, que la nostalgia se una con lo moderno y que los jóvenes sientan el mismo orgullo que sus padres y abuelos sintieron en sus tiempos.
Con su proyecto a punto de despegar, “La Maestría” promete un repertorio que reviva clásicos de la familia Román, mezclándolos con composiciones de su autoría. Entre ensayos y conversaciones con su equipo, el músico subraya que su reto es encontrar el equilibrio perfecto entre mantener la esencia heredada y adaptarla a los nuevos públicos. Ha confesado que le fascinan los retos, y que cada acorde lo llena de pasión, porque sabe que la música es puente, fiesta y también herencia.
Este joven veterano de la composición —conocido por sus arreglos y su calidad interpretativa— espera ganarse el aplauso de quienes por años han seguido a su familia, y, al mismo tiempo, conquistar a quienes se sorprenden al escuchar algo que suena tan autóctono, pero envuelto en un aire fresco. Su ilusión es pasear esta propuesta por las tarimas de todo el país y, en un futuro, llevar su ritmo a latitudes que aún desconocen el temple del merengue típico dominicano.
“Si vamos a tocar esta música, hagámoslo con orgullo y sin complejos”, ha manifestado en diversas ocasiones. Es la filosofía que guiará los próximos pasos de su banda, cuyos integrantes ensayan sin descanso en Santiago de los Caballeros. Los fanáticos estarán pendientes al anuncio oficial de la primera presentación, convencidos de que, con Raúl al timón, la dinastía Román seguirá engrandeciendo el legado de su padre y honrando nuestras raíces.
El camino apenas comienza. Aquella herencia que habita en su sangre está por traducirse en un espectáculo lleno de energía y arraigo que, más que un debut, apunta a ser la mejor continuación de una historia familiar convertida en tradición nacional.