Tiroteo en FSU revive debate sobre armas y seguridad

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El campus de la Florida State University (FSU) volvió a vivir una pesadilla el pasado jueves 17 de abril, cuando un estudiante de 20 años abrió fuego frente a la sede de la asociación de alumnos, dejando dos hombres muertos y seis personas heridas, entre ellas otra estudiante que se lesionó al huir.

Según deultimominuto, Phoenix Ikner hijo de una veterana sargento del condado de Leonusó la vieja pistola de servicio de su madre para perpetrar el ataque antes de ser reducido por la policía y quedar hospitalizado con lesiones graves.

Investigadores confirmaron que Ikner llegó al estacionamiento poco antes del mediodía, bajó primero con una escopeta que se encasquilló y luego regresó con la pistola con la que disparó a quemarropa a varias víctimas. El joven, que había participado durante años en el consejo juvenil del propio departamento del sheriff, se negó a soltar el arma cuando los agentes le dieron la voz de alto.

Los minutos de pánico quedaron grabados en la memoria de los estudiantes: algunos corrieron hasta un kilómetro para ponerse a salvo; otros se encerraron en un boliche y hasta pegaron papel con chicle para oscurecer ventanas y evitar ser vistos por el tirador.​

El caso ha reavivado el debate sobre la proliferación de armas en los campus. En lo que va de 2024–2025 se contabilizan 58 incidentes armados en centros educativos superiores de EE.UU., una tendencia que ya superó los 82 del año anterior, de acuerdo con datos de Statista.​ Aunque el número total de muertes por arma de fuego disminuyó ligeramente en 2023, todavía rozó las 47 000 a nivel nacional, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).​

Las reacciones políticas no se hicieron esperar. El presidente Donald Trump lamentó la tragedia, pero reiteró que “las armas no disparan solas, las personas sí”, frase que enfrió cualquier expectativa de un giro legislativo inminente. Mientras, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ordenó reforzar la seguridad en las doce universidades públicas del estado.

La comunidad de FSU ya había vivido un episodio similar en 2014, cuando un atacante irrumpió en la biblioteca y dejó tres heridos antes de caer abatido. A pesar de aquella lección, la institución carece de detectores de metal en la mayoría de sus accesos, y los simulacros de tirador activo son todavía esporádicos.

Para los expertos en seguridad, la cercanía del agresor con la cultura policial revela un ángulo inquietante: “Cuando las armas de servicio terminan en manos no autorizadas, el riesgo se multiplica”, advierte la criminóloga Marielys Gómez, consultada por este diario. A su juicio, el asunto no se limita a endurecer el control de ventas, sino a revisar los protocolos de custodia dentro de los propios cuerpos de seguridad.

Mientras el campus intenta volver a la normalidadlas clases siguen suspendidas hasta el lunes familias y estudiantes encendieron velas frente a la asociación de alumnos como un gesto de duelo y resistencia. La escena evoca una frase que se repite con resignación en todo Estados Unidos cada vez que ocurre una tragedia similar: “Pensábamos que nunca pasaría aquí”. Esta vez, lamentablemente, pasó.

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