En casi un cuarto de siglo de carrera, Tom Brady aprendió a leer coberturas, congelar blitzes y liquidar partidos a puro temple; pero ni su instinto felino ni su play-calling helado le evitaban un sobresalto cuando veía acercarse a Ray Lewis, el alma de los Ravens. Así lo admitió el propio “TB12” durante una charla distendida en el pódcast del youtuber-boxeador Logan Paul, donde recordó a los pocos colosos capaces de sacarlo de ritmo y de quicio con un solo golpe.
Según los registros de StatMuse, el siete veces campeón fue derribado 565 veces en 335 juegos oficiales, lo que explica por qué afinó un radar interno para identificar a los cazadores más fieros antes de soltar el ovoide.
Brady no se guardó nombres Ndamukong Suh, J.J. Watt, Haloti Ngata y hasta el imponente Aaron Donald desfilaron por su lista negra. Sin embargo, puso a Lewis en un pedestal aparte. “Ray era un misil con la fuerza de un tráiler y la velocidad de un corredor”, comentó con media sonrisa; una mezcla de respeto y alivio de estar ya jubilado.
Que Lewis cause esa impresión no sorprende. El linebacker de Baltimore acumuló 17 temporadas, dos anillos y la etiqueta de Jugador Defensivo del Año en dos ocasiones antes de ser entronizado en Canton en 2018, su primer año de elegibilidad. Su feroz compañero Haloti Ngata 154 kilos de pura artillería completaba el tándem que, entre 2006 y 2012, convirtió cada visita al M&T Bank Stadium en un campo minado para cualquier mariscal.
El testimonio de Brady también reaviva el debate sobre la evolución del juego. Con reglas de protección más estrictas, la NFL de hoy reduce algunos impactos, pero figuras como Donald mantienen vivo el terror en la bolsa el tackle de los Rams supera los 110 sacks de por vida y aún ruge como novato. Para los pasadores jóvenes, la lección de “TB12” es clara: la clave no es evitar el miedo, sino transformarlo en aceleración para encontrar rápido a tu receptor o terminar mirando las luces del domo.
En su retiro, Brady hace chistes sobre la cuenta de lo fisioterapeuta, pero su respeto por los artilleros defensivos deja una moraleja nítida las dinastías ofensivas se celebran con trofeos, pero las leyendas defensivas se forjan a punta de golpes que retumban en la memoria del rival. Y en la de “el GOAT”, Ray Lewis sigue marcando la pauta.
