El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a encender la candela comercial este miércoles al descartar cualquier rebaja del arancel del 145 % que impuso a los productos chinos. El mensaje, lanzado desde el Despacho Oval, llega justo antes de la ronda de contactos que Washington y Pekín sostendrán este fin de semana en Ginebra.
Según la agencia EFE, la negativa de Trump fue tajante ante la pregunta de si aceptaría bajar los gravámenes para “sentar” a China en la mesa de negociación, soltó un “no” sin titubeos. El mandatario condicionó cualquier avance a que las autoridades chinas frenen la entrada de fentanilo en territorio estadounidense, una droga que provocó más de 70 000 muertes en 2024, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
La movida no sorprende a los analistas desde que en abril reanimó la guerra arancelaria, Trump ha convertido los impuestos aduaneros en palanca política. El arancel del 145 % supera con creces el promedio aplicado a socios de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y deja a China con la mayor carga tributaria que EE. UU. impone a un solo país desde los años treinta. Pekín respondió con gravámenes del 125 % a bienes estadounidenses y acusa a Washington de “encender un fuego que amenaza la economía global”.
El ácido intercambio se produce mientras ambos gobiernos se preparan para conversar en Suiza. Aunque las autoridades chinas aseguran que la cita fue “a petición de la parte estadounidense”, Trump lo niega y afirma que fue Pekín quien tocó la puerta. David Perdue, nuevo embajador en Beijing y viejo aliado del presidente, estuvo presente en la ceremonia y respaldó la línea dura: “Si China quiere un alivio, tendrá que ganárselo con hechos, no con promesas”, dijo luego a la prensa.
Fentanilo y cálculo político
El fentanilo se ha convertido en la carta clave de la Casa Blanca. El Gobierno estadounidense sostiene que gran parte del opioide o sus precursores químicos se produce en laboratorios chinos antes de llegar a cárteles mexicanos y, finalmente, a las calles de EE. UU. Organismos como la DEA afirman que el 60 % de las incautaciones de opioides sintéticos en la frontera sur tienen rastros de componentes fabricados en China.
Para Trump, el tema es doblemente rentable combina una bandera de salud pública con la narrativa de “mano dura” que lo ayudó a regresar a la Casa Blanca en 2024. Aunque parte del Congreso ve con buenos ojos cualquier maniobra que reduzca las sobredosis, la élite empresarial teme que la escalada tarifaria encarezca insumos críticos y empuje la inflación, que ya ronda el 4 % anual.
¿Aranceles para siempre?
La Oficina del Representante Comercial de EE. UU. (USTR) calcula que las importaciones chinas afectadas por el arancel del 145 % suman unos 300 000 millones de dólares. Empresas de tecnología, textil y maquinaria pesada cargan con el mayor peso. A estos sectores, la anunciada “simplificación” menos excepciones y exenciones les suena a golpe inminente.
No obstante, el Gobierno mantiene un resquicio abierto productos para bebés, inicialmente exentos, podrían recibir un trato especial. “Lo revisaré”, admitió Trump, aunque insistió en que quiere “reglas claras y sencillas que todo el mundo entienda”. La Cámara de Comercio de EE. UU. pidió a la Casa Blanca un cronograma de reducción arancelaria “vinculado a metas verificables”, pero la propuesta ni siquiera ha llegado al comité de políticas comerciales de la Casa Blanca.
Implicaciones regionales
Latinoamérica observa el pulso con atención. República Dominicana, por ejemplo, importa maquinaria y componentes electrónicos que pasan primero por fabricantes chinos. Si la tensión se prolonga, los costos logísticos podrían subir hasta un 12 % en la región, según proyecciones del Banco Interamericano de Desarrollo. Esto golpearía sobre todo a las zonas francas locales, que ensamblan partes para reexportarlas a EE. UU. con márgenes cada vez más estrechos.
China, por su parte, intensifica alianzas con naciones vecinas. Semanas atrás, firmó con Brasil un acuerdo preliminar para asegurar suministros de soja y minerales críticos a precios preferentes, blindándose parcialmente ante la presión estadounidense. Pekín también baraja llevar la disputa ante la OMC, aunque el organismo tarda años en resolver litigios de este calibre.
Lo que viene
La reunión de Ginebra será la primera cara a cara desde el reinicio de la guerra comercial. Voceros del Departamento de Estado adelantaron que EE. UU. presentará “pruebas verificables” del tráfico de precursores de fentanilo y exigirá controles más estrictos en puertos y laboratorios chinos. Si Pekín muestra voluntad de cooperar, la Casa Blanca podría estudiar un alivio “técnico” en sectores estratégicos como semiconductores y farmacéuticos.
En todo caso, el ambiente sigue enrarecido. Los mercados asiáticos reaccionaron con caídas moderadas y el índice Dow Jones abrió la sesión con pérdidas del 0,8 %. Inversores temen que un fracaso en Suiza dispare otra ronda de aranceles y avive la volatilidad de los precios de materias primas.
La pregunta de fondo es si Washington y Pekín podrán encontrar un punto medio antes de que la disputa se encone aún más. Por ahora, la única certeza es que Trump no piensa aflojar la tuerca sin obtener algo tangible a cambio. Mientras tanto, el tablero global se mueve al ritmo de sus tuits y las exportaciones chinas siguen pagando la factura.