El hip-hop vuelve a estar bajo el microscopio judicial un juez federal autorizó que el jurado vea el video donde Sean “Diddy” Combs agrede a la cantante Cassie Ventura en un hotel de Los Ángeles en 2016. La grabación, viral desde el año pasado, será parte central de la vista que arranca el 5 de mayo en Manhattan por presunto tráfico sexual y crimen organizado.
Según la agencia EFE, la defensa intentó bloquear la evidencia alegando “manipulación”, pero el magistrado Arun Subramanian zanjó que el material “representa de forma justa y precisa la agresión” y, por tanto, es pertinente para el caso. Los fiscales, que presentarán a dos testigos presenciales de aquella noche, alegan que la violencia captada retrata el patrón de control y coerción que planean probar ante el jurado.
El fallo llega con el productor todavía en la cárcel de Nueva York, sin derecho a fianza y tras rechazar un acuerdo de culpabilidad cuyo contenido no trascendió. Su equipo legal, según ABC News, tantea describirlo como “swinger” para justificar las orgías que el expediente fiscal califica de “freak-offs” planificadas, con prostitutas y drogas, a lo largo de casi una década.
La estrategia contrasta con la línea dura del Departamento de Justicia, que amplió la acusación este mes para incluir coerción sexual ocurrida entre 2021 y 2024 y sostiene que Combs usó su fortuna, guardaespaldas y socios para explotar a mujeres reclutadas en giras y fiestas privadas. El precedente de R. Kelly sentenciado en 2022 por un esquema similar muestra que la admisión de videos violentos suele inclinar la balanza en favor de la acusación; a Kelly le proyectaron grabaciones de abuso infantil que resultaron demoledoras.
En el terreno mediático, la figura de Cassie vuelve al centro. Aunque su demanda civil se saldó con un acuerdo millonario en 2023, la artista testificará en este nuevo proceso penal, lo que añade nervio al debate sobre consentimiento y poder en la industria. De paso, organizaciones como Time’s Up y Women in Music presionan para que los sellos revisen cláusulas de conducta y protocolos internos, conscientes de que los fans y los anunciantes castigan cada vez más los silencios corporativos.
La decisión de Subramanian no solo refuerza el expediente fiscal; también lanza un mensaje a futuras celebridades procesadas las cámaras de seguridad o de un móvil pueden convertirse en testigos irrefutables. Y, si bien el video dura apenas unos segundos, su impacto simbólico podría alcanzar años de cultura urbana donde el poderío masculino parecía intocable. Falta ver si el jurado comprará la narrativa de “vida libertina consensuada” que esboza la defensa o se inclinará por la versión de un imperio construido sobre intimidación y abuso. Lo sabremos en pocas semanas, cuando las luces del estrado sustituyan las del escenario.