El bullicio judicial en Washington D.C. ha puesto la mirada sobre Mark Zuckerberg, fundador de la empresa anteriormente conocida como Facebook. Las discusiones se han centrado en las supuestas prácticas monopólicas de la compañía y la polémica que rodea las adquisiciones de Instagram y WhatsApp, dos plataformas que revolucionaron la forma en que compartimos fotos y mensajes, respectivamente.
Según EFE, las autoridades del sector han cuestionado si estas compras frenaron a potenciales competidores que amenazaban el dominio de la red social más popular desde 2004. Esas dudas surgieron ante correos electrónicos y conversaciones internas que podrían sugerir el interés de Facebook en mantener a raya el avance de otras aplicaciones. De acuerdo con datos disponibles en la Comisión Federal de Comercio (FTC), la adquisición de Instagram rondó los mil millones de dólares en 2012, mientras que la de WhatsApp alcanzó aproximadamente los 19 mil millones en 2014, cifras que en su momento causaron revuelo en la industria tecnológica.
Las partes involucradas discuten si estas adquisiciones fomentaron la innovación —como asegura la defensa de Meta— o sofocaron la competencia. Mientras tanto, el propio Zuckerberg insiste en que las integraciones no detuvieron el crecimiento de las aplicaciones, sino que al contrario, las fortalecieron para que los usuarios pudieran contar con más funcionalidades y canales de interacción. Aun así, surgió la interrogante sobre el aparente temor de la empresa a un competidor emergente, reflejado en mensajes donde Zuckerberg expresaba que Facebook se quedaba atrás en el terreno de las imágenes y la mensajería instantánea.
Distintos observadores recuerdan que esta no es la primera vez que una corporación de gran calibre se enfrenta a un proceso legal de esta magnitud en Estados Unidos. Casos similares han servido de precedente para que las instituciones refuercen las normas de competencia, protegiendo a los usuarios y evitando el dominio desmedido de unos pocos gigantes tecnológicos. La FTC, por su parte, afirma que el objetivo del juicio no es perjudicar al sector digital, sino asegurar que exista un entorno competitivo donde surjan nuevas herramientas y servicios.
En la medida en que se desarrolle este proceso judicial, muchos especialistas apuestan a que los testimonios y las pruebas documentales arrojen luces sobre la forma en que las grandes tecnológicas consolidan su poder. Aunque no se prevén decisiones fulminantes en el corto plazo, sí se espera que el escrutinio refuerce el debate sobre la relación entre innovación y los límites del mercado, un tema que a todas luces seguirá generando controversia en el escenario global.