Fallece Violeta Barrios de Chamorro, pionera democrática nicaragüense

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La madrugada de este sábado, 14 de junio, se apagó en San José, Costa Rica, la vida de Violeta Barrios de Chamorro, primera presidenta electa de Nicaragua y del continente americano, a los 95 años. Sus hijos confirmaron que murió en paz, rodeada del cariño familiar, tras varios años de quebrantos de salud.

Según la agencia EFE, sus restos descansarán temporalmente en suelo costarricense “hasta que Nicaragua vuelva a ser República”, un mensaje cargado de simbolismo frente al clima de represión que persiste bajo el actual gobierno de Daniel Ortega.

Su nombre quedó grabado en la historia el 25 de febrero de 1990, cuando venció sorpresivamente a Ortega con el 54,7 % de los votos como cabeza de la Unión Nacional Opositora (UNO). El triunfo marcó el fin de una década sangrienta de guerra civil y abrió paso a un proceso de desmovilización de la “contra” y reconciliación nacional que, aunque desigual, cerró una de las páginas más violentas del istmo.

Durante su mandato (1990-1997) navegó un país exhausto y quebrado heredó la inflación más alta del mundo, miles de excombatientes sin oportunidades y una infraestructura devastada. Aun así, su apuesta por la paz y la institucionalidad le valió aplausos de la comunidad internacional fue candidata al Premio Príncipe de Asturias y recibió la distinción “Mujer por la Paz” de la ONU al tiempo que enfrentaba críticas internas por los recortes y privatizaciones impulsados para estabilizar la economía.

En los últimos años, Chamorro y su familia sufrieron en carne propia la arremetida del sandinismo la confiscación de bienes, el cierre de la Fundación Violeta Barrios y el destierro de tres de sus cuatro hijos. El más reciente golpe llegó en 2024, cuando el régimen convirtió su casa de veraneo en un hotel-escuela de turismo.

Su muerte reaviva la conversación sobre la transición democrática inconclusa de Nicaragua. Analistas opositores, como el periodista exiliado Carlos Fernando Chamorro, la describen como “el puente que hizo posible pasar de la guerra a las urnas”; mientras que voces afines al gobierno la retratan como “figura de la vieja oligarquía”. Esa grieta ilustra la tarea pendiente: reconciliar una memoria histórica fracturada y garantizar condiciones para un relevo político legítimo.

Más allá de la disputa ideológica, queda un legado difícil de borrar fue la primera vez que las urnas derrotaron a un aparato revolucionario armado en América Latina, un precedente que inspiró procesos posteriores en El Salvador y Guatemala. Hoy, la región despide a una mujer que se convirtió en emblema de la palabra “paz” en el momento más improbable, y cuya historia sigue recordándonos que, cuando la ciudadanía se organiza, hasta los pronósticos más duros pueden voltearse.

Mientras sus hijos afinan los detalles del funeral en San José, miles de nicaragüenses han colmado las redes con mensajes de duelo y gratitud. El anhelo compartido es claro que los restos de “Doña Violeta” regresen algún día a una Managua en libertad. Y que su última batalla, la de la memoria, se gane fuera del silencio.

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