Juliana Marins la influencer brasileña fallecida trágicamente en Indonesia

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Brasil y el mundo digital amanecieron consternados la influencer y bailarina de pole dance Juliana Marins, de 26 años, murió tras caer unos 600 metros en el Monte Rinjani, un volcán activo de 3 726 m en la isla indonesia de Lombok, la madrugada del 21 de junio de 2025. Su cuerpo fue localizado cuatro días después, cuando las condiciones extremas de niebla, lluvia y terreno volcánico obligaron a los rescatistas a emplear drones y cuerdas en un operativo que duró más de 80 horas.

Marins llevaba desde febrero recorriendo el Sudeste Asiático con la misma disciplina que mostraba en el pole; documentaba cada paso para sus 269 000 seguidores como un reto de autoconocimiento y libertad. Aquella noche hizo cumbre con un grupo internacional; al detenerse a recuperar aire en la ladera de Pelawangan Sembalun, el suelo cedió y la arrastró por una pendiente de rocas sueltas hasta un punto invisible desde el sendero principal. Sobrevivió sin agua ni refugio, algo que los guías describen como “milagroso” dadas las temperaturas que rozan los 4 °C en la altitud del cráter.

La angustia fue amplificada por redes sociales videos de drones mostraban a Juliana moviéndose entre las rocas, mientras su familia denunciaba que las autoridades indonesias ofrecieron reportes “falsos y tardíos” y que, en realidad, un voluntario local Agam Rinjani lideró la maniobra final. El caso abrió un pulso diplomático cuando la familia calificó de negligente la respuesta oficial y anunció acciones legales para “buscar justicia” en Brasil e Indonesia.

La tragedia ocurre justo en la temporada alta de Rinjani, reabierta el 3 de abril con un cupo máximo de 240 senderistas diarios para proteger el ecosistema y reducir riesgos. Pese al límite, el parque podría recibir más de 60 000 visitantes en 2025, evidencia de la fiebre mundial por el turismo de aventura. En Lombok y la vecina Bali, portales locales advierten del aumento de accidentes mortales tres en lo que va de año y piden controles más estrictos de guías y equipamiento.

El accidente también expone la fragilidad del sistema de búsqueda y rescate (Basarnas). Este año, la agencia aplazó la compra de drones y robots submarinos tras recortes presupuestarios; sin esas herramientas, los tiempos de respuesta se alargan y las operaciones dependen de helicópteros alquilados o, como en este caso, del apoyo de voluntarios.

Más allá del duelo, Juliana deja una pregunta punzante para miles de jóvenes que viajan solos buscando “lugares vírgenes” ¿vale la pena asumir riesgos extremos sin una red de apoyo robusta? Su último post, “Si nunca lo intentas, nunca volarás”, ahora suena a elegía y advertencia a la vez. Que su historia impulse estándares de seguridad más altos y recordemos que la aventura, por más auténtica que sea, no debe costar la vida.

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