El sorpresivo derrumbe de un Boeing 787-8 Dreamliner de Air India pocos minutos después de despegar del aeropuerto Sardar Vallabhbhai Patel, en Ahmedabad, ha sacudido este jueves la aviación mundial. La aeronave operaba el vuelo AI-171 con destino a Londres-Gatwick y llevaba 230 pasajeros y 12 tripulantes; las autoridades locales hablan ya de más de 200 fallecidos y de daños colaterales en un albergue de médicos próximo a la zona del impacto.
Según la agencia EFE, a bordo viajaban 169 ciudadanos indios, 53 británicos, siete portugueses y un canadiense, cifras confirmadas luego por el propio operador en su canal oficial de X. La tripulación alcanzó a emitir un mayday antes de perder contacto con la torre, algo que sucedió cuando apenas había ganado 190 metros de altitud.
La magnitud de la tragedia obligó a cerrar el aeropuerto y a desviar todo el tráfico aéreo de Gujarat, mientras los equipos de la Fuerza Nacional de Respuesta a Desastres abrían un corredor verde para trasladar heridos. El primer ministro Narendra Modi describió el siniestro como “desgarrador más allá de las palabras”, y ordenó “prioridad absoluta” a la atención médica de los sobrevivientes.
Lo que convierte a este accidente en un hecho histórico es que se trata del registrado en un Dreamliner desde su introducción comercial en 2009. El modelo insignia de Boeing para rutas de medio y largo radio gozaba de un récord impecable hasta hoy; la propia Aviation Safety Network no tenía precedentes de víctimas mortales en esta familia de aviones.
Aunque la investigación apenas comienza, expertos independientes ya apuntan a dos interrogantes críticos: la secuencia de stick-shaker descrita por los controladores y un posible fallo en la gestión de potencia durante la rotación. En abril de 2024 la FAA abrió un expediente para verificar denuncias sobre presuntos defectos estructurales en el fuselaje del 787; Boeing respondió entonces que no existía “un riesgo inmediato para la seguridad de vuelo”.
A escala global, la industria cerró 2024 con una tasa de 1,13 accidentes por millón de vuelos comerciales, ligeramente mejor que el promedio quinquenal de 1,25, según el último informe de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). India llevaba cuatro años sin un siniestro de gran tamaño desde la tragedia de Air India Express en Kozhikode (2020), lo que subraya el golpe reputacional que enfrenta ahora la Dirección General de Aviación Civil.
Para los familiares se habilitó la línea +91 801 020 3344 y un punto de información en el propio aeropuerto. Air India, adquirida por el conglomerado Tata, prometió cubrir gastos de repatriación y publicó un comunicado asegurando “cooperación total” con la Oficina de Investigación de Accidentes Aéreos (AAIB). La recuperación de las cajas negras —FDR y CVR— será clave para reconstruir los últimos minutos de la cabina.
Mientras los focos internacionales siguen sobre Ahmedabad, el incidente también reaviva el debate sobre la capacidad de los aeropuertos indios para gestionar emergencias en zonas urbanas densamente pobladas. En la zona del impacto queda por evaluar la estabilidad del edificio médico alcanzado y la posible contaminación por combustible derramado.
Con el cielo de Gujarat aún cubierto por humo, la comunidad aeronáutica aguarda respuestas científicas que expliquen cómo un avión con 8.200 horas de vuelo en manos de un capitán instructor terminó convertido en escombros a menos de cinco kilómetros de la pista. Por ahora, la única certeza es que el 12 de junio de 2025 se ha inscrito como la fecha más oscura para la flota Dreamliner y una llamada de alerta para un sector que presume de estar en su pico histórico de seguridad.