Bombas de la II Guerra Mundial obligan a evacuar 20 000 personas en Colonia

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Colonia amaneció patas arriba este martes cuando las sirenas obligaron a unos 20 000 residentes a salir de sus casas en el barrio de Deutz. Tres bombas aéreas estadounidenses, intactas desde los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial, salieron a la luz durante unas obras junto al Rin y forzaron el mayor operativo de protección civil que ha vivido la ciudad en años.

Según reseña The Washington Post, el perímetro de seguridad abarcó unos 1 000 metros e incluyó un hospital, dos residencias de ancianos, 58 hoteles del casco histórico y hasta varias líneas ferroviarias que cruzan el Rin. Las autoridades tuvieron que mover pacientes de cuidados intensivos y desviar el tráfico fluvial mientras los artificieros de Düsseldorf se jugaban la vida para neutralizar los artefactos.

La maniobra reveló un talón de Aquiles logístico Colonia depende de puentes y túneles que, en una emergencia prolongada, pueden colapsar la movilidad de toda la cuenca del Rin. El Ayuntamiento calcula que el operativo costará millones en horas hombre y reubicación temporal, un precio que la municipalidad ya ha pagado varias veces en la última década.

Hallazgos como este no sorprenden a los expertos. Cada año se desentierran entre 1 500 y 2 000 bombas sin explotar solo en el estado de Renania del Norte-Westfalia, un legado tóxico de los 2,7 millones de toneladas que los Aliados arrojaron sobre Europa.

Y cuando alguien piensa que el susto no puede ser mayor, la historia recuerda la evacuación récord de Frankfurt en 2017, donde 60 000 personas dejaron sus hogares para desactivar una bomba británica de 1,8 toneladas.

Más allá de las molestias inmediatas, el fenómeno plantea preguntas serias: ¿quién debería cubrir los crecientes costos de la desactivación y las inevitables interrupciones económicas? Los gobiernos locales reclaman un fondo federal permanente, mientras los constructores presionan por seguros que encarezcan menos las obras.

Además, el cambio climático tampoco ayuda. Con ríos cada vez más irregulares y suelos que se agrietan o se saturan, los sensores encuentran explosivos en zonas donde antes no se excavaba. Algunos ingenieros alemanes ya hablan de un “segundo frente” contra un enemigo que lleva 80 años bajo tierra.

Por ahora, Colonia vuelve poco a poco a la rutina. Pero el reloj sigue corriendo se estima que en el subsuelo alemán quedan decenas de miles de bombas esperando al siguiente pico de construcción o a un simple arado. Y cada alarma recordará, una vez más, que la guerra más vieja de Europa aún no termina de explotar.

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