San Salvador. A doce meses de haber jurado para un segundo periodo que la Constitución salvadoreña no contempla, Nayib Bukele arriba a su sexto año en el Palacio Nacional con los homicidios por el suelo, la popularidad todavía por las nubes y la billetera del país pidiendo auxilio.
Tal como informó CDN, el presidente hablará hoy ante la Asamblea Legislativa, donde se espera que desgrane logros y anuncie nuevos planes para “sanar la economía”, la misma promesa que hizo el 1.º de junio de 2024 cuando tomó posesión por segunda vez.
El termómetro económico sigue frío
Pese a la narrativa oficial de “despegue”, el Banco Central (BCR) cerró 2024 con un crecimiento de apenas 2,6 %, el penúltimo de Centroamérica y muy por debajo del 4 % que la propia entidad había vaticinado a mitad de ese año. El país sigue dependiendo de las remesas más de 8.000 millones de dólares anuales y de préstamos externos para cuadrar las cuentas.
En mayo, el FMI avaló la primera revisión del acuerdo de 40 meses por 1.400 millones de dólares, habilitando un nuevo desembolso de 120 millones si la junta lo aprueba.El alivio es momentáneo la deuda pública ya rebasa los 32.100 millones, 8 % más que en 2023.
Salarios que no alcanzan
Bukele decretó en abril un alza salarial del 12 % (US $365 → 408), pero la canasta básica ronda los 300 dólares y la inflación acumulada se come el ajuste. Mientras la industria manufacturera hilvana tres años de contracción, los sectores financiero y seguros donde menos empleo se genera crecieron 8,3 %.
Seguridad luces y sombras
Con el régimen de excepción prorrogado ya 39 veces, el Gobierno presume una tasa de 1,9 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2024, la más baja de su historia. Pero la misma medida acumula más de 86.000 detenciones, al menos 400 muertes en custodia y denuncias de traslados de menores a cárceles para adultos, según Human Rights Watch.
Popularidad intacta, pero con fisuras
Una encuesta de CID Gallup (mayo 2025) otorga al mandatario 85 % de aprobación, cuatro puntos menos que un año atrás. Analistas locales advierten que el respaldo descansa casi por completo en la narrativa de seguridad; si la mejora económica no llega, ese capital político podría erosionarse con rapidez.
Lo que viene
Bukele encara ahora un dilema clásico sostener el gasto social y su marca personal sin disparar más la deuda, mientras el FMI exige disciplina y la inversión privada aún duda. El reto no es menor convertir el “milagro” de seguridad en crecimiento sostenido, diversificación productiva y empleos formales que le den músculo al bolsillo salvadoreño. Si no lo logra, el país corre el riesgo de quedarse con cárceles llenas, pero con la nevera vacía.