Pekín volvió a subir el tono diplomático este miércoles luego de que el destructor de misiles guiados USS William P. Lawrence cruzara el estrecho que separa a China continental de la isla de Taiwán, una de las rutas marítimas más sensibles del planeta.
Según la agencia AP, el coronel Shi Yi vocero del Comando del Teatro Oriental del Ejército Popular de Liberación acusó a Washington de “fabricar un espectáculo mediático” y de torcer el marco jurídico internacional para justificar lo que calificó de “provocación deliberada”. El oficial emplazó a Estados Unidos a dejar “la distorsión y la exageración” y a trabajar de manera constructiva por la estabilidad regional.
Aunque la Séptima Flota insiste en que el paso forma parte de su programa rutinario de libertad de navegación (FONOP, por sus siglas en inglés), Pekín sostiene que esta práctica viola su soberanía sobre la isla y sobre el corredor marítimo. El desacuerdo no es menor: por ese estrecho circulan cada año mercancías valoradas en cerca de US $3,6 billones, de acuerdo con estimaciones del Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA), por lo que cualquier chispa diplomática sacude también al comercio global.
Las tensiones han escalado en los últimos años. Solo en 2024, buques de guerra de Estados Unidos atravesaron el estrecho en 13 ocasiones, la cifra más alta de la última década, según datos compilados por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS). En paralelo, la Fuerza Aérea china incrementó sus incursiones en la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) de Taiwán, movimiento que Taipéi denuncia como acoso sistemático.
Taiwán, que opera con gobierno y Constitución propios desde 1949, se ha convertido en pieza clave de la pugna geopolítica. Además de su ubicación, la isla fabrica más del 60 % de los semiconductores de última generación del planeta, de acuerdo con la firma de análisis TrendForce; un golpe a la cadena de suministro allí sería como dicen en el barrio “un lío de padre y señor mío” para la economía mundial.
Mientras tanto, portavoces del Ministerio de Relaciones Exteriores chino reiteraron que “la reunificación es un proceso histórico imparable”, aunque matizaron que prefieren la vía pacífica. Washington, por su parte, mantiene su política de “ambigüedad estratégica” reconoce a Pekín como representante de China, pero vende armas a Taipéi y se compromete mediante la Ley de Relaciones con Taiwán a que la isla pueda defenderse.
Analistas en Shanghái y Washington coinciden en que ningún bando desea que el pulso se convierta en conflicto abierto; sin embargo, advierten que la frecuencia de incidentes eleva el riesgo de un mal cálculo. Entre tanto, las navieras observan con cautela un solo día de cierre total del estrecho encarecería el flete global de contenedores en alrededor de un 7 %, estima la consultora Drewry.
Por ahora, tanto el USS William P. Lawrence como los destructores chinos que lo escoltaron de lejos han continuado sus respectivas rutas. En el tablero del Indo-Pacífico, la partida sigue y, como diría cualquier dominicano: la cosa ’ta en candela; cualquier jugada en falso puede quemar a muchos.