El cardenal ghanés Peter Turkson, delegado de la Santa Sede, agitó el plenario de la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3) con un mensaje tajante: “No hay margen para escondernos”. El foro se celebra del 9 al 13 de junio de 2025 en Niza, copresidido por Francia y Costa Rica.
Según la agencia EFE, el purpurado llamó a un “diálogo que ponga la ética por encima de intereses pasajeros” y saludó en nombre del papa León XIV a los más de 120 jefes de delegación presentes. Su intervención reclamó un enfoque multilateral que involucre a Estados, empresas, comunidades indígenas y organizaciones religiosas para blindar el océano como bien común compartido.
La cita de Niza llega con la misión oficial de “acelerar la acción y movilizar a todos los actores” en torno al Objetivo 14 de la Agenda 2030, que busca conservar y usar de forma sostenible mares y recursos marinos. El programa incluye la adopción del Plan de Acción del Océano de Niza y una veintena de paneles sobre gobernanza, pesca y economía azul.
El contexto no es alentador: apenas 2,7 % del océano goza hoy de una protección efectiva, lejos de la meta “30 x 30” que pretende salvaguardar el 30 % de las aguas y tierras del planeta antes de 2030. El impulso más concreto proviene del Tratado de Altamar, adoptado en 2023 y ratificado ya por 49 países, once menos de los 60 necesarios para su entrada en vigor.
Turkson enlazó su llamado con el décimo aniversario de la encíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015), recordando que Francisco alertó temprano sobre la “casa común” y celebró los efectos positivos de crear santuarios marinos.
La basura plástica fue otro foco del cardenal. Su denuncia coincide con la cuenta regresiva hacia la sesión INC-5.2, donde 175 países retomarán en Ginebra (5-14 agosto 2025) las negociaciones de un tratado global y jurídicamente vinculante contra la contaminación plástica, incluida la marina.
Pequeños Estados insulares como Kiribati y Barbados, respaldados por la Santa Sede, insisten en que los futuros acuerdos climáticos incluyan un fondo específico de adaptación costera; el borrador del plan de Niza incorpora la idea pero carece aún de financiamiento claro.
Para Turkson, la clave es “tender puentes” y “reforzar la convicción de que somos una sola familia”. Su exhortación encarna la tensión central de UNOC3 pasar de las promesas diplomáticas a acciones medibles que cierren de una vez la brecha entre la ciencia y la política oceánica. Si el tratado de altamar alcanza las 60 ratificaciones antes de fin de año, la conferencia de Niza podría pasar a la historia como el punto de inflexión donde la ética, por fin, se antepuso a la inercia.