El presidente Luis Abinader rompió el hielo este lunes al admitir, sin rodeos, que la corrupción en la línea divisoria con Haití “es una realidad”. En la misma estocada, defendió que ya no hay espacio para la vista gorda y recordó la reciente condena a 30 años contra un cabecilla de trata de personas, decisión que el Gobierno exhibe como prueba de que por fin la puerta giratoria judicial empieza a cerrarse para los traficantes.
De acuerdo con cifras divulgadas por el portal Acento, los salarios de los soldados rasos pasaron de RD$ 10,150 en 2019 a poco más de RD$ 29,000 tras sucesivos aumentos; quienes patrullan en la frontera reciben, además, incentivos adicionales. La apuesta oficial es sencilla: si el Estado paga mejor y dignifica cuarteles, se reduce el incentivo a “cobrar peaje” a los contrabandistas.
Pero las nóminas infladas no bastan. La frontera sigue siendo el gran colador de la isla, impulsado por redes que mueven desde haitianos indocumentados hasta mercancía ilegal. Abinader, consciente de la presión política que genera el tema migratorio, subrayó que su equipo “está arriba de eso” y advirtió que los militares que se pasen de la raya “van presos y bien presos”. No es simple retórica: el Senado discute una reforma que eleva las penas por trata hasta 40 años cuando exista agravante de muerte, endureciendo aún más el marco legal.
El trasfondo no luce halagüeño. La República Dominicana obtuvo 36 puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparencia Internacional, lejos del promedio regional de 42. La calificación, aunque ligeramente mejor que años previos, coloca al país en la mitad baja del ranking mundial y evidencia que la desconfianza ciudadana en las instituciones sigue latente.
Expertos consultados advierten que el incremento salarial debe acompañarse de controles internos rigurosos rotación periódica de personal en los puestos clave, auditorías sorpresa y uso de tecnología (sensores, drones y cámaras corporales) para monitorear cada cruce fronterizo. Sin esos candados, el dinero fresco podría convertirse en simple aspirina para un cáncer arraigado desde hace décadas.
Al final del día, Abinader juega una partida delicada necesita mostrar resultados tangibles antes de que la corrupción fronteriza erosione sus avances en economía y seguridad. La sentencia ejemplar, los mejores sueldos y la reforma legal pintan un panorama prometedor; el reto es sostener el impulso y demostrar que, esta vez, la ley no se quedará corta ante la astucia de las mafias que operan en la sombra caribeña.