Un flujo silencioso, pero sostenido, de dominicanos está dando la vuelta a casa unas 80 personas cada mes empacan sus vidas en EE. UU. y Puerto Rico y regresan por decisión propia a Santo Domingo. El goteo empezó a sentirse con fuerza desde enero, cuando las autoridades del Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) comenzaron a registrar, con asombro, a familias enteras desembarcando con “cartas de ruta” expedidas por los consulados criollos.
Las cifras confirman la tendencia solo en el primer semestre de 2025, más de 500 nacionales optaron por el retorno voluntario para evitar la cada vez más estricta persecución migratoria norteamericana. El otro rostro de la moneda lo muestra el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), que ha deportado 1 248 dominicanos en ese mismo período, producto de redadas o tras cumplir condenas en cárceles estatales.
Detrás de la decisión pesa, sobre todo, la política de “cero tolerancia” reforzada bajo la pasada administración de Donald Trump, todavía vigente en numerosas ciudades. Agentes federales irrumpen en viviendas y comercios a la caza de indocumentados, una escena que ha provocado que muchos dominicanos algunos con décadas trabajando en áreas como la construcción o la hostelería prefieran entregarse antes que enfrentar una detención traumática.
Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), los operativos se han intensificado un 23 % en zonas tradicionalmente latinas como Nueva York y Miami. No es casualidad que de allí provenga cerca del 70 % de los retornados dominicanos, muchos de los cuales habían excedido el tiempo permitido por sus visas de turista o trabajo temporal.
El golpe se siente en los bolsillos y en la psiquis. El sociólogo Wilfredo García explica que la repatriación voluntaria suele implicar la venta apresurada de enseres y la interrupción de proyectos de vida, pero también evita un historial penal que complique futuros trámites migratorios. Por eso, varias organizaciones comunitarias en Nueva Jersey y Massachusetts están asesorando a los quisqueyanos para que vuelvan con algo de dignidad y con sus papeles en regla antes de caer en manos del ICE.
En la República Dominicana, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha reactivado su programa de reinserción, que ofrece orientación laboral y psicológica a los retornados. El objetivo es evitar que, una vez aquí, el desempleo los empuje a intentar nuevamente la travesía o a la informalidad.
Mientras, el Banco Central calcula que las remesas aunque todavía altas podrían desacelerarse si el retorno voluntario se mantiene; solo en 2024 el país recibió US $10 600 millones enviados por la diáspora. Menos dominicanos trabajando en Estados Unidos significa menos dólares entrando al circuito económico local.
Aun así, para muchos de los que pisan de nuevo el suelo patrio, el alivio de ver a sus hijos correr libres, sin el miedo a un allanamiento nocturno, pesa más que cualquier cheque. Y aunque la ruta de ida siempre estará abierta, el retorno cuando se hace a tiempo puede ser la jugada más sensata para empezar de nuevo sin esposas ni antecedentes migratorios que empañen el futuro.