La Romana vibró la noche del sábado cuando Eladio Carrión desató un repertorio demoledor de “Mbappé” a “Kemba Walker” en un anfiteatro abarrotado. Cada bass sacudía la piedra de Altos de Chavón y el público se lo devolvía coreando a pulmón, prueba palpable de que el boricua se ha ganado un espacio fijo en el trap latino.
Lejos de la simple fiesta, Carrión paró la música para pedir un minuto de silencio por las 231 víctimas del derrumbe del techo en la discoteca Jet Set, tragedia ocurrida a inicios de abril en Santo Domingo. El nombre de cada fallecido iluminó las pantallas mientras la multitud guardaba respeto absoluto un gesto que, según cifras oficiales recopiladas por Reuters, mantiene vivo el duelo que todavía sacude al país.
La pausa luctuosa dio paso a la sorpresa cuando apareció Lil Naay, promesa urbana dominicana, para estrenar en vivo su colaboración con Eladio. El empalme de barras criollas y boricuas disparó el termómetro del anfiteatro y demostró la química que ambos cultivaron en estudio.
Más allá del espectáculo, el momento subraya la madurez artística de Carrión ya no basta con encender el perreo; ahora incluye gestos de conciencia social que conectan con una generación más crítica y emocionalmente despierta. Esa evolución también se refleja en su estrategia de giras el “DON KBRN World Tour” suma 31 fechas y aterrizará en escenarios de gran aforo como el Kaseya Center de Miami en septiembre.
Al despedirse, el puertorriqueño dejó caer la bomba “Prepárense, que pronto nos vemos en el Estadio Quisqueya”. El anuncio sin fecha bastó para encender la especulación y para que los promotores locales afilen los lápices, sabiendo que un show de trap en el coloso capitalino puede marcar un hito de asistencia.
Para los fanáticos dominicanos, la ecuación es clara si Altos de Chavón se quedó pequeño, un Quisqueya repleto promete una experiencia todavía más visceral. Mientras tanto, la comunidad musical local celebra dos victorias el ascenso global de Eladio Carrión y la plataforma internacional que le brinda a talentos quisqueyanos como Lil Naay. Una jugada redonda que mezcla música, memoria y futuro en la misma tarima.