El tránsito de Santo Domingo volvió a encender las luces de emergencia. Conductores y peatones que cada día atraviesan el elevado de la avenida 27 de Febrero, casi esquina Barahona, denuncian que varias varillas sobresalen del hormigón y amenazan con dejar al descubierto algo peor que el acero: la fragilidad de una vía que mueve miles de vehículos a toda hora.
Según el portal deultimominuto, la periodista Ana Laura López documentó este lunes el temor que cunde entre choferes de carros públicos, motoristas y viandantes, quienes describen la estructura como “una bomba de tiempo”. “Eso se ve frágil, como si en cualquier momento pudiera desplomarse”, dijo un motoconchista que recorre la zona a diario.
¿Dónde está el mantenimiento prometido?
El Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) anunció la semana pasada un amplio calendario de cierres nocturnos para dar servicio a túneles y pasos a desnivel de la capital, incluidos varios tramos de la propia 27 de Febrero. Sin embargo, el punto exacto donde asoman las varillas no figura en esa agenda, al menos de manera pública. La omisión reaviva la vieja queja de que los planes de mantenimiento se concentran en corredores principales mientras se descuidan “detalles” que, a la larga, cuestan más que un simple parche.
Viejas advertencias que hoy resuenan
No es la primera vez que los ingenieros levantan la voz. El Colegio Dominicano de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA) alertó desde 1999 sobre fallas en infraestructuras similares de la 27 de Febrero, incluyendo el paso a desnivel con la Máximo Gómez. Aquella advertencia pareció exagerada… hasta que, 24 años después, el colapso parcial de un muro en otra estructura alimentó la memoria colectiva de tragedias evitables.
Más allá del susto cifras que pesan
La República Dominicana cerró 2024 con 3 114 muertes por choques, el equivalente a un fallecido cada tres horas, de acuerdo con el Observatorio Permanente de Seguridad Vial (Opsevi). Gran parte de esos incidentes ocurre en avenidas de alto flujo como la 27, donde cualquier fisura magnifica el riesgo de colisión en cadena. Un desplome parcial, además de las víctimas directas, podría paralizar la ciudad en plena hora pico.
¿Qué dicen los expertos?
El ingeniero estructural Dolores Núñez, expresidente del CODIA, explica que el acero expuesto pierde capa protectora con la lluvia y la brisa salina de la capital: “Cuando la corrosión avanza, el hierro se hincha y rompe el concreto; después el concreto se quiebra y el daño se acelera”. Esa combinación añade puede pasar de simple fisura a colapso en menos tiempo del que toma un semáforo en rojo.
Ciudadanía sin respuesta por ahora
Vecinos del sector y choferes de rutas colectivas piden una intervención urgente: señalización provisional, descarga de peso en hora pico y, sobre todo, una evaluación técnica independiente con fecha de inicio y fin. “Que no nos hablen de operativos de pintura dice un residente, lo que queremos es que se metan debajo, revisen la estructura y refuercen donde sea necesario antes de que lloremos tarde”.
¿Y ahora qué?
El MOPC asegura que su programa de mantenimiento prioriza “la seguridad de los usuarios”, pero evita comprometer una fecha concreta para este elevado. Mientras tanto, los tapones persisten, la lluvia corroerá otro poco y las varillas, a la vista de todos, seguirán recordándonos que el concreto no perdona el descuido.
Conclusión (sin disfraz de epílogo)
La capital no necesita otra tragedia para entender que cada “detalle” estructural importa. Si el Estado actúa a tiempo, el elevado de la 27 de Febrero podría volver a ser una arteria confiable; si no, la próxima grieta quizá no deje margen para el reportaje del día siguiente.