El magnate tecnológico Elon Musk cerró ayer, 28 de mayo, su ciclo como “empleado especial” de la Administración de Donald Trump, una figura legal que por ley solo permite 130 días de servicio remunerado al año. Con un breve mensaje en X, el dueño de Tesla y SpaceX aseguró que su meta de “recortar el gasto derrochador” se cumplió en gran medida y que, a partir de ahora, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) tendrá que caminar por sí solo.
Musk llegó a Washington en enero como cabeza visible de DOGE, una oficina creada por orden ejecutiva para “adelgazar la burocracia federal”. En apenas cuatro meses, el equipo clausuró programas duplicados y fusionó agencias pequeñas, medidas que, según estimaciones internas, liberarían unos US$64 000 millones en la próxima década. Pero el propio Musk admitió sentirse frustrado con el paquete fiscal “Big, Beautiful Bill” que la Casa Blanca impulsa ahora la Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que aumentaría el déficit en US$3,8 billones, anulando buena parte de los ahorros logrados.
La tensión llegó a su punto máximo la semana pasada, cuando Musk dijo en una entrevista televisiva que el proyecto legislativo “es un cheque en blanco disfrazado” y que no mancharía su nombre avalándolo. Poco después, un juez federal autorizó que avance una demanda presentada por empleados despedidos contra DOGE, argumentando que la oficina concentra “poder ejecutivo excesivo” en manos de un civil sin control del Senado.
Al anunciar su salida, el empresario se cuidó de no romper del todo con Trump. “El DOGE solo se fortalecerá con el tiempo, convirtiéndose en una forma de vida en todo el Gobierno”, escribió, usando el acrónimo que también evoca a la criptomoneda dogecoin, cuyo valor subió 4 % tras su tuit. Sin embargo, voces en el Capitolio interpretan el adiós como un golpe a la narrativa de austeridad que el expresidente busca revivir de cara a las elecciones de 2026.
Fuera de la esfera pública, la movida libera a Musk para concentrarse en sus compañías Tesla encara un relanzamiento de su gama “Model 2” para mercados emergentes; SpaceX planifica tres vuelos de Starship este año; y su nueva aventura, xAI, promete un LLM de código abierto antes de diciembre. Analistas consultados por Bloomberg recuerdan que el valor bursátil conjunto de sus empresas perdió cerca de US$200 000 millones desde enero, en medio de la distracción política y el enfriamiento del mercado eléctrico. Retomar el timón operativo podría ser, dicen, la mejor noticia para los accionistas.
Mientras tanto, la Casa Blanca asegura que DOGE seguirá operando bajo la dirección interina de Amy Gleason, antigua directora de presupuesto del Pentágono. Legisladores republicanos moderados exigen blindar la agencia con supervisión bipartidista antes de ampliar su mandato; los demócratas, por su parte, planean audiencias para diseccionar los despidos y el “exceso de poder” delegado en Musk.
Aunque su paso fue fugaz, el sudafricano deja dos precedentes se puede aplicar disciplina gerencial privada en la administración pública y, al mismo tiempo, el choque entre tecnócratas y políticos tradicionales sigue siendo explosivo. En otras palabras, Musk demostró que es posible apretar el cinturón siempre y cuando nadie intente estrenar un traje nuevo al mismo tiempo.