Recep Tayyip Erdogan anda moviendo sus fichas en una segunda llamada en dos días, el presidente turco le propuso a su homólogo iraní, Masud Pezeshkian, servir de puente con Israel y ponerle un alto al fuego cruzado que tiene al Medio Oriente en vilo.
Según la agencia EFE, el mandatario turco aseguró que ya habló con los líderes de Omán, Kuwait, Irak, Egipto, Arabia Saudí, Jordania y Pakistán, con la idea de encarrilar un diálogo que reviva las negociaciones nucleares entre Washington y Teherán.
¿Por qué Turquía?
Ankara se vende como “vecino neutral” que conversa con todos y al mismo tiempo juega en la primera división de la OTAN. Desde 2022, Erdogan se lució mediando en la guerra de Ucrania y, más acá, reanudó relaciones diplomáticas plenas con Israel tras una década de frialdad. Esa doble militancia le da cierto peso para acercar a dos rivales que no se hablan ni por señas. El Kremlin, la Unión Europea y hasta China han saludado la movida, conscientes de que el conflicto ya se cobró más de 224 muertos en Irán y 24 en Israel, la mayoría civiles.
El trasfondo nuclear
Israel bombardeó las plantas de Natanz y Fordow alegando que Teherán busca la bomba atómica, extremo que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) dice no poder demostrar de forma concluyente. Aun así, la junta de gobernadores censuró a Irán la semana pasada por no colaborar con los inspectores, y el Parlamento iraní amenaza con salirse del Tratado de No Proliferación si persiste la presión. Tel Aviv, por su parte, exige que Irán desmantele todo su programa de enriquecimiento, condición que ni los ayatolás ni la calle iraní están dispuestos a tragar.
Otros intentos de mediación
Fuera de Turquía, Mascate ha circulado un borrador de alto el fuego y los saudíes, junto con Catar, presionan a la Casa Blanca para que convenza a Israel de sentarse a negociar. El tema se coló en la cumbre del G7 en Canadá, donde los europeos piden “contención” y el presidente Trump se niega a condenar abiertamente a su aliado israelí, aunque vetó según fuentes diplomáticas un plan para asesinar al líder supremo iraní.
¿Qué tan viable es la oferta de Erdogan?
Turquía necesita calma en la frontera sur para no desatender su economía, y su diplomacia energética depende de mantener abiertos los oleoductos que cruzan Irak y el Cáucaso. Pero también carga con su propio expediente: tensiones con Chipre, fricciones con Atenas y un pie puesto en Siria. Israel, que acaba de normalizar relaciones con Ankara, podría verlo como un mediador útil siempre y cuando no ponga en tela de juicio su derecho “a defenderse”. Teherán, en cambio, valora la solidaridad retórica turca, pero desconfía de la membresía OTAN de su vecino y del radar antimisiles que EE. UU. opera en la base de Kürecik.
En resumidas cuentas, la propuesta de Erdogan abre una ventana diplomática, pero esa ventana se mueve en un huracán cada misil nuevo vuelve más difícil sentarse a la mesa. Si la apuesta turca prospera o queda en buen intento dependerá de que Washington y Jerusalén acepten que, aunque sea por un ratico, alguien más lleve la pelota en la mitad de la cancha.