El puerto de Shahid Rajai, joya logística del sur de Irán, amaneció cubierto de humo y sirenas tras la enorme detonación del sábado que se sintió a más de 50 kilómetros: hasta el momento se cuentan 28 fallecidos y más de 800 lesionados, mientras las llamas aún dan batalla y el Gobierno decretó luto nacional para este lunes.
Según la agencia EFE, el estallido comenzó cuando varios contenedores con productos químicos ardieron en cadena, generando una columna de fuego que los bomberos no han logrado sofocar del todo pese al despliegue de helicópteros y aviones cisterna.
Un puerto vital, un golpe estratégico
Shahid Rajai procesa alrededor del 70 % del comercio exterior iraní y se ubica en la ribera norte del estrecho de Ormuz, paso obligado de una quinta parte del crudo mundial. Con una capacidad cercana a 70 millones de toneladas al año y 23 muelles de 15 m de calado, mantenerlo fuera de servicio aunque sea unos días amenaza con encarecer fletes y golpear las finanzas de Teherán.
No es la primera vez que este enclave sufre percances en 2020 un ciberataque atribuido entonces a Israel paralizó sus grúas y atascó la rada durante horas, un antecedente que hoy vuelve a la conversación pública.
Ecos de Beirut y dudas sobre la carga
El estruendo despertó inevitablemente recuerdos de la tragedia de Beirut 2020, cuando 2.750 toneladas de nitrato de amonio mal almacenadas provocaron 218 muertos y un cráter que cambió la silueta del puerto libanés. Las similitudes químicos peligrosos, gestión deficiente y una zona urbana cercana avivan la pregunta: ¿pudo evitarse?
Mientras la Media Luna Roja advierte que una veintena de heridos sigue en cuidados intensivos, el presidente Masud Pezeshkian visitó la zona siniestrada y prometió “investigar hasta las últimas consecuencias”. Fuentes privadas, como la firma británica Ambrey, aseguran que el puerto recibió en marzo combustible de cohete importado desde China; el Ministerio de Defensa lo niega y califica esa versión de “revuelo mediático”.
Costos humanos, ambientales y económicos
Más allá de la polémica, las autoridades sanitarias han recomendado a los habitantes de la provincia de Hormozgán permanecer en casa ante la emisión de gases tóxicos, y las escuelas permanecerán cerradas al menos 48 horas. La interrupción de operaciones ya presiona a los exportadores de petroquímicos y frutas persas que dependen de Shahid Rajai, mientras navieras estudian desviar carga hacia Yebel Ali o Salalah para no perder plazos de entrega.
Una llamada de atención
Para Irán, la lección es doble robustecer sus protocolos de manejo de materiales peligrosos y blindar infraestructuras críticas que sostienen la economía y, de rebote, el equilibrio mundial del petróleo. Y para el resto del planeta, recordar que basta un descuido para convertir un muelle rebosante de contenedores en zona cero.
