El papa Francisco falleció el lunes con un gesto final que resume su pontificado vació lo que quedaba en su cuenta personal 200 000 euros para amortizar la hipoteca de la pequeña fábrica de pasta del correccional juvenil Casal del Marmo, en la periferia de Roma. La planta, gestionada como cooperativa, capacita y emplea a adolescentes privados de libertad.
Según la agencia EFE, el obispo Benoni Ambarus responsable de la pastoral carcelaria romana explicó que el pontífice quiso abaratar el precio de la pasta para hacerla competitiva, aumentar las ventas y contratar a más muchachos, aun a costa de “quedarse casi sin dinero”.
Un legado coherente con doce años de visitas a prisión
Quien revise la agenda de Francisco encontrará un patrón claro: Regina Coeli, Rebibbia, Poggioreale… cada año, al menos una cárcel. El Jueves Santo, cuatro días antes de morir, celebró misa de pies descalzos entre reclusos de Regina Coeli y volvió a denunciar la cultura del descarte.
Ese compromiso se forjó en un contexto dramático. Italia cerró 2024 con 61 000 internos para 51 000 plazas y 65 suicidios, la cifra más alta en dos décadas, lo que obligó al Parlamento a aprobar de urgencia un “decreto cárceles” para aliviar la sobrepoblación.
Trabajo que reduce la reincidencia
Ambarus aspira a replicar el llamado “modelo Padua” la panadería Giotto de la prisión Due Palazzi, donde la reincidencia de quienes pasaron por el obrador cae al 1-2 % frente al 70 % nacional. La lógica es simple: crédito social y un oficio acreditado valen más que la mera excarcelación.
¿Lecciones para el Caribe?
En la República Dominicana las cárceles operan al 63 % de sobrepoblación y la mayoría de los internos sigue en prisión preventiva. El debate sobre asociaciones público-privadas para talleres productivos cobra fuerza y el gesto póstumo de Francisco reaviva la pregunta: ¿qué tan difícil sería para el sector privado financiar microindustrias en La Victoria o Najayo, a cambio de beneficios fiscales y reducción de reincidencia?
Más que caridad, estrategia social
La donación no fue un simple acto de beneficencia, sino una apuesta por la economía circular dentro de los muros cubrir la hipoteca libera flujo de caja para salarios y reinversión; el taller vende pasta a precio competitivo y los jóvenes egresan con un contrato en mano. Francisco convirtió sus “últimos chelitos” en un modelo de negocio inclusivo que administra esperanza con márgenes claros.
Así, su testamento social queda escrito no en mármol, sino en harina y agua cada paquete de fusilli salido de Casal del Marmo recordará que la reforma penal empieza cuando la sociedad decide que incluso atrás de los barrotes hay talentos por fermentar.
