Greenpeace sustrae figura de Macron para denunciar compras de gas ruso

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París. En una jugada digna de película, activistas de Greenpeace se llevaron la figura de cera del presidente francés, Emmanuel Macron, del célebre Museo Grévin y la plantaron minutos después frente a la embajada de Rusia, transformando un icono turístico en altavoz contra la dependencia energética.

Según la agencia EFE, por lo menos seis miembros del colectivo compraron sus entradas como cualquier visitante, despistaron al personal de seguridad y cargaron la estatua valorada en unos 40 000 euros hasta la calle, donde desplegaron una pancarta amarilla con el lema “Business is Business” junto a una bandera rusa. El director del museo, Yves Delhommeau, confirmó que es la primera vez en medio siglo que una obra desaparece de sus salas y que los activistas ya prometieron devolverla “sana y salva”, sin precisar fecha.

La acción no es un simple robo, insiste Greenpeace, sino un “préstamo simbólico” para poner a Macron cara a cara con la contradicción Francia respalda a Ucrania en la guerra, pero sigue importando gas natural y fertilizantes rusos. Y las cifras le dan peso al reclamo. Francia fue el principal comprador europeo de gas natural licuado (GNL) ruso en 2024, absorbiendo un 34 % de sus importaciones unos 2 680 millones de euros pese a la caída del consumo interno.Solo en el primer semestre del mismo año llegaron 3,2 millones de toneladas, un aumento del 109 % respecto a 2023.

Mientras Bruselas debate prohibir la reexportación de GNL ruso y algunos puertos ya restringen escalas, el Senado francés pidió en 2024 un veto total a esas compras y hasta una acción especial sobre TotalEnergies para cortar contratos heredados. Sin embargo, el flujo no se detiene datos de la consultora Ember muestran que en febrero de 2025 la Unión Europea aún recibía 74,3 millones de m³ de gas ruso al día, con Francia entre los destinos clave.

La protesta de este lunes encaja en la tradición de Greenpeace de saltarse la etiqueta cuando ve incoherencias. En 2023, la organización bloqueó con kayaks la llegada de un buque-terminal de GNL en Le Havre, pintando “Gas Kills” sobre el casco y obligando a la Marina a intervenir. El mensaje ahora es idéntico mientras el Elíseo presume de liderazgo verde, los contratos firmados antes de la guerra siguen engordando la caja del Kremlin y, según los activistas, “financian la maquinaria militar que bombardea a Ucrania”.

A falta de saber cuándo regresará la figura de cera a su despacho recreado en el Grévin, el golpe ya puso foco sobre un dilema que París prefiere mantener en segundo plano ¿cómo predicar soberanía climática y, al mismo tiempo, pagar cada mes la factura energética al mismo proveedor que se sanciona? La estatua de Macron, secuestrada pero ilesa, quizá vuelva pronto a vitrina; el debate, en cambio, promete quedarse sobre la mesa mucho más tiempo.

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