La activista climática sueca Greta Thunberg, de 22 años, abandonó Israel en un vuelo con escala en París después de que la marina interceptara el velero Madleen en aguas internacionales cuando se dirigía a Gaza con once activistas más. Las autoridades israelíes la escoltaron hasta el aeropuerto Ben-Gurión y ejecutaron la orden de deportación horas después del operativo naval.
Según FOX, el Ministerio de Asuntos Exteriores compartió en redes una fotografía de Thunberg sentada en el avión y calificó la travesía como “una maniobra publicitaria”. La imagen se viralizó de inmediato, alimentando la polémica en torno a la llamada Flotilla de la Libertad y sus métodos de protesta.
El abordaje ocurrió a unos 200 kilómetros de la costa de Gaza; comandos navales subieron a la embarcación sin que se reportaran heridos y remolcaron el velero hasta el puerto de Ashdod. Israel acusa a la coalición organizadora de poner en riesgo la seguridad regional, mientras que los activistas insisten en que el bloqueo, vigente desde 2007, viola el derecho internacional humanitario.
La travesía del Madleen no fue un hecho aislado en mayo, otro barco de la misma coalición resultó dañado por drones cerca de Malta, y la ONU había pedido un pase seguro para la misión antes de zarpar de Sicilia. Expertos de derechos humanos recuerdan que más de 2,3 millones de gazatíes dependen de ayuda externa en medio de un enclave devastado por meses de asedio.
Funcionarios israelíes tacharon la expedición de “gimmick” y defendieron el operativo como una acción preventiva para evitar un “espectáculo mediático” que, según Jerusalén, beneficiaría a Hamás. Sin embargo, grupos humanitarios y varios gobiernos europeos replicaron que interceptar un barco en alta mar roza la piratería y alimenta la percepción de impunidad.
El choque narrativo se intensificó cuando el Consejo de Seguridad volvió a estancarse en una resolución de alto al fuego permanente, mientras organismos como Amnistía Internacional denuncian el riesgo inminente de hambruna en Gaza, donde más de 54 000 palestinos han muerto o resultado heridos desde el recrudecimiento del conflicto.
En redes, críticos ironizaron con la activista por volar en un jet comercial después de fustigar la huella de carbono de la aviación. Thunberg replicó que Israel “secuestró” a la tripulación y que las emisiones del viaje son insignificantes comparadas con “la destrucción ambiental de la guerra”. El debate refleja la nueva intersección entre ecologismo y solidaridad palestina: un frente donde la narrativa climática sirve de altavoz para denunciar violaciones de derechos humanos.
Más allá del cruce de acusaciones, el episodio subraya la fragilidad de un statu quo marítimo que, pese a 17 años de bloqueo, sigue siendo desafiado por flotillas civiles. Cada intento frustrado presiona a la comunidad internacional a definir hasta qué punto la seguridad puede imponerse sobre la ayuda humanitaria, un dilema que gana urgencia mientras Gaza enfrenta su peor crisis en décadas.