La mañana empieza con un olor denso a humedad en los pasillos de La Barranquita. El agua se cuela por el techo del edificio Ercilia Pepín, gotea sobre lámparas oxidadas y forma charcos que los estudiantes sortean como si fuera una pista de obstáculos; aun así, las clases siguen como si nada.
Según Listín Diario, la periodista Indira Vásquez constató en un recorrido que las paredes del tercer nivel están partidas en dos y las columnas lucen forradas de moho, señales de un deterioro que ya no se puede tapar con pintura.
Las denuncias de los propios universitarios se han viralizado en redes. En un video difundido el 16 de abril se aprecian filtraciones activas y estudiantes que hablan “con miedo de que un día el techo se les venga encima”. Ese temor no es exagerado: basta un aguacero para que el agua escurra por las grietas y caiga justo al lado de los tomacorrientes.
Promesas que se quedan en la sede central
El rector Editrudis Beltrán anunció en febrero de 2024 un plan de remozamiento “ambicioso” para varios edificios de la sede principal, respaldado con más de RD$148 millones. Sin embargo, en la lista no aparece el recinto de Santiago, a pesar de que alberga facultades tan sensibles como Ciencias de la Salud.
Desde el Gobierno se presume de expansión universitaria el presidente Luis Abinader recordó en su Rendición de Cuentas del 27 de febrero de 2025 que la UASD ya tiene presencia en todas las provincias y anunció nuevas ciudades universitarias. Pero la inversión anunciada se concentra, sobre todo, en levantar edificios, no en mantener los que ya existen.
Ese contraste duele a los alumnos de Santiago, que sienten que estudian “en la sucursal del olvido”. Mientras Baní, Azua o La Vega estrenan campus, aquí se posponen los arreglos básicos: impermeabilizar techos, cambiar lámparas, reforzar columnas, colocar barras de seguridad en las escaleras y dotar los baños de lo más elemental.
¿Riesgo calculado o ruleta rusa?
Ingenieros estructurales consultados indican que las grietas profundas en muros de carga y las filtraciones constantes debilitan el acero interior y aceleran la corrosión. Cuando llueve sobre vigas ya saturadas de óxido, la vida útil de la estructura se acorta drásticamente. “Es cuestión de tiempo para que tengamos un colapso parcial si no se interviene”, advierte un profesional que pide reserva de su nombre para no comprometer contratos con el Estado.
Además, los charcos bajo luminarias dañadas crean un riesgo eléctrico latente. Un cortocircuito podría convertir cualquier pasillo en un escenario de incendio. Peor aún: en un recinto que recibe miles de jóvenes a diario, los planes de evacuación no están actualizados y los extintores visibles datan, en su mayoría, de 2019.
Lo que exigen los estudiantes
-
Auditoría estructural urgente. Con un informe independiente y público.
-
Fondos etiquetados. Que el Consejo Universitario asigne una partida específica para reparaciones en Santiago, con cronograma y supervisión de los propios estudiantes.
-
Transparencia en cada etapa. Publicar licitaciones y avances semana a semana.
-
Mantenimiento preventivo recurrente. No basta con “parchar” en época de lluvias; se necesita un plan anual que prevea pintura impermeable, sellado de juntas y refuerzo de columnas.
Una oportunidad para no repetir la historia
La UASD es la Primada de América, y el recinto Santiago es clave para el Cibao. Ignorar su deterioro es mandar el mensaje de que la periferia puede esperar. La buena noticia es que el Gobierno y la Rectoría han demostrado tener recursos cuando la voluntad política existe. Si lograron inaugurar cuatro ciudades universitarias en 2024, pueden y deben rescatar el campus que ya está levantado.
Mientras tanto, los jóvenes siguen entrando a clase con paraguas y mochilas al hombro, miran al techo agrietado, hacen el signo de la cruz y se sientan a aprender.