El Gobierno haitiano encendió las alarmas esta semana al advertir sobre “actos xenófobos” contra sus nacionales en territorio dominicano, con especial preocupación por los maltratos a mujeres embarazadas y lactantes. La Cancillería de Puerto Príncipe instruyó a su embajador en Santo Domingo a desplegar personal en puntos calientes como Dajabón y Bávaro, y a organizar caravanas de retorno voluntario “en condiciones dignas”.
Según un cable de EFE, la diplomacia haitiana exigirá a las autoridades dominicanas investigar cada denuncia de violaciones a los derechos humanos, al tiempo que pidió a organizaciones civiles sumarse a la defensa de los migrantes.
Las tensiones no son nuevas desde octubre pasado, Santo Domingo ejecuta un plan de deportaciones masivas respaldado por una verja fronteriza, drones y más de once mil soldados. El mes pasado, reportajes de France 24 mostraron a mujeres recién paridas escoltadas desde hospitales hasta autobuses de Migración, una medida que organismos de derechos humanos tachan de “cruel”.
Los números respaldan la denuncia. La Organización Internacional para las Migraciones calcula que en 2024 fueron expulsados 193 508 haitianos, mientras que en lo que va de 2025 la cifra supera los 119 000, un salto del 71 % frente al año anterior, de acuerdo con datos oficiales divulgados por France 24. La ONU alertó hace apenas cuatro semanas sobre la creciente deportación de parturientas y recién nacidos, calificándola de “preocupante”.
Amnistía Internacional, en una carta abierta de octubre de 2024, instó al presidente Luis Abinader a “poner fin a políticas migratorias racistas” y a garantizar atención médica sin miedo a la expulsión. El Palacio Nacional sostiene que las medidas son “dolorosas pero necesarias” para proteger recursos públicos y la seguridad nacional.
Más allá del cruce diplomático, expertos advierten que la presión migratoria seguirá mientras Haití no estabilice su crisis política y de seguridad. Analistas consultados por este medio recuerdan que ni las deportaciones ni los muros resolverán el trasiego de mano de obra en la caña, la construcción y el turismo, sectores donde la economía dominicana ha dependido históricamente de trabajadores haitianos.
En un contexto donde la comunidad internacional discute una fuerza multinacional para Haití y los mercados caribeños buscan mayor integración, el pulso migratorio entre las dos naciones que comparten La Española se perfila como un termómetro de la capacidad regional para equilibrar seguridad, derechos humanos y desarrollo. Por ahora, ambos gobiernos insisten en el diálogo, pero la calle y los números cuentan otra historia.