La escena en Petah Tikva a solo diez kilómetros de Tel Aviv parecía arrancada de una pesadilla un boquete gigante en la fachada de un edificio de veinte plantas, vidrios hechos añicos y el silencio roto apenas por el ulular de las ambulancias. Allí, el presidente israelí, Isaac Herzog, describió el impacto de un misil iraní como “maldad en estado puro” y advirtió que Teherán se equivoca si cree que puede fatigar a su país.
Según EFE, cuatro personas de unos 70 años murieron cuando la ojiva atravesó la pared que separa dos búnkeres supuestamente reforzados. Ese detalle, que escandalizó a la opinión pública israelí, revela grietas en la red de refugios que el Estado hebreo promociona desde hace décadas.
Una investigación preliminar del Comando de Defensa Civil apunta a que el proyectil balístico penetró el hormigón gracias a una carga perforante de última generación, abriendo el debate sobre si los complejos subterráneos actuales aguantarían un ataque masivo.
El golpe a Petah Tikva no fue un caso aislado. En cuatro días de hostilidades han muerto al menos 24 israelíes y más de 500 han resultado heridos por las andanadas iraníes, mientras que en Irán se cuentan 224 fallecidos y más de un millar de lesionados tras los bombardeos de represalia de Jerusalén.
Herzog aprovechó su visita para instar a los líderes del G7 reunidos en Kananaskis, Canadá a cerrar filas y dejar claro que “Irán no debe tocar ni un tornillo nuclear”. Sin embargo, el presidente estadounidense, Donald Trump, se desmarcó y anunció que no firmará la declaración conjunta que pedía una desescalada.
El trasfondo diplomático se complica: mientras Teherán asoma la posibilidad de negociar con Washington a través de mediadores del Golfo, Rusia y China reclaman un alto el fuego inmediato, y la Unión Europea estudia nuevas sanciones coordinadas. Para Israel, no obstante, la prioridad sigue siendo la liberación de los rehenes capturados por milicias pro-iraníes el mes pasado, un tema que Herzog colocó en la misma frase que su exigencia de frenar el programa atómico persa.
-
Blindaje bajo revisión. El misil que perforó el refugio refuerza una verdad incómoda: las defensas estáticas envejecen más rápido que la tecnología ofensiva. Algo similar vivió la República Dominicana cuando revisó sus protocolos de huracanes tras el azote de Fiona; la infraestructura “segura” dejó de serlo y tocó invertir de nuevo.
-
La variable Trump. El rechazo de Washington a un comunicado conjunto recuerda la era pre-Ucrania, cuando las potencias firmaban tibios llamados al diálogo mientras en el terreno rugían los tanques. Sin un mensaje unificado del G7, Israel gana margen militar, pero pierde respaldo moral en buena parte de Occidente.
-
Escalada controlada o fogón abierto. Cada lado dice golpear “capacidades militares”, pero los números de víctimas civiles crecen. La pregunta es hasta dónde las élites israelíes y persas pueden tensar la cuerda sin atraer un embargo de armas o un colapso económico que obligue a sentarse de verdad a la mesa.
En definitiva, la muerte de cuatro ancianos que ya estaban dentro de un búnker ilustra el peligro de lanzar dados con misiles de largo alcance por más precisión que se prometa, la ‘maldad’ suele caer donde vive la gente común. Aquí o allá, la factura siempre la paga el ciudadano de a pie.