El Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (INABIE) pisó el acelerador y ya tiene en sus almacenes los primeros lotes de utilería que se traducirán en medio millón de kits escolares listos antes de que suene el timbre del nuevo año lectivo. Con esta movida, la entidad busca que ningún estudiante del sistema público se quede rezagado por falta de uniforme o útiles básicos.
De acuerdo con los datos oficiales, cada paquete incluye camiseta, pantalón, zapatos, medias, mochila y los cuadernos y lápices imprescindibles. Todo el material proviene de empresas que pasaron el filtro de la Dirección General de Contrataciones Públicas (DGCP) y la Contraloría, lo que reduce el riesgo de que se repitan los escándalos de sobreprecios que empañaron procesos anteriores.
La composición de los kits sigue la ficha técnica publicada en el portal de transparencia de la institución, donde se detalla hasta el grosor de las libretas y la resistencia de las mochilas. Ese nivel de especificación responde a que, solo en 2024, los padres denunciaron que parte de los cuadernos entregados no soportaban el trajín del aula; esta vez, el INABIE promete cero improvisaciones.
Mirando el retrovisor, el año pasado el organismo distribuyó 1.8 millones de kits un salto histórico frente a los 650 000 de ciclos anteriores y obligó a las escuelas a entregar los paquetes completos para evitar “cuchareos” de última hora.Esa experiencia dejó claro que la verdadera prueba no es llenar el almacén, sino que el paquete llegue íntegro a la mano del estudiante en Iguana Mansa igual que en el Distrito Nacional.
En la parte operativa, el INABIE montó un turno extendido dentro de sus naves de empaque. Personal de Inspección de Calidad, Fiscalización y representantes de la Contraloría supervisan el muestreo lote por lote: si un zapato no encaja con la talla pactada o un polocher destiñe, el suplidor se lo lleva de vuelta.
La apuesta no se agota en estos 500 000 kits. Planes internos proyectan llegar en los próximos dos años a unos 2 millones de paquetes por ciclo lectivo, con la mira puesta en cubrir la matrícula completa y un margen de contingencia para nuevos ingresos. Esa expansión implica contratos futuros de alto calibre y, por ende, un escrutinio público que no da tregua.
¿Por qué importa? Porque, según cálculos del propio INABIE y analistas educativos, el programa “Utilería Escolar a Tiempo” generó en 2024 un ahorro superior a los RD$10 000 millones para las familias, dinero que suele terminar en comida, transporte o conexión a internet para tareas. En un país donde el 41 % de los hogares vive con ingresos informales, ese respiro se siente en la mesa.
Si la distribución arranca sin tropiezos y mantiene el pulso logístico, el año escolar 2025-2026 podría convertirse en el primero en que la discusión sobre uniformes pase de problema crónico a tarea resuelta. Falta ver si la cadena de suministro y la fiscalización aguantarán la presión, pero por ahora el calendario corre a favor del INABIE y, sobre todo, de los estudiantes.