Santo Domingo.– La industria de bienes de consumo envasados (CPG) se juega el todo por el todo: la manera en que los colmados, bodegas y supermercados de barrio cobren y paguen durante los próximos años definirá quién se queda con la clientela y, sobre todo, con los datos.
Según el diario digital Acento, que hace eco del estudio “Transformando los pagos: soluciones digitales para el comercio tradicional en la industria de CPG” publicado por Mastercard, la digitalización de los cobros en once países de la región más Estados Unidos representa un pastel de US$ 448.4 mil millones. El cálculo incluye tanto las ventas al consumidor final (B2C) como las transacciones que los propios comercios realizan con sus suplidores.
El diagnóstico es rotundo: 43 % de las compras B2C unos US$ 155 mil millones todavía se liquida en efectivo; peor aún, el 90 % de los pagos entre comercios y proveedores (US$ 293.4 mil millones) viaja en cheques, transferencias demoradas o billetes contantes y sonantes. Ese manojito de cash mantiene a casi 12 millones de pequeños negocios fuera del radar crediticio, sin historial bancario y con acceso limitado a financiamiento.
“La digitalización de pagos en un sector tradicionalmente basado en efectivo es una de las oportunidades más grandes y menos aprovechadas que tiene hoy la industria CPG”, subraya Walter Pimenta, vicepresidente ejecutivo de Productos Comerciales y Nuevos Flujos de Pago de Mastercard para Latinoamérica.
Tres motores que están cambiando el juego
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Masa crítica de teléfonos inteligentes. Datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo indican que el 74 % de los adultos latino‑caribeños posee un smartphone con capacidad de pagos sin contacto. A mayor penetración de celulares, menor fricción para aceptar billeteras digitales en la caja.
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Regulación favorable. Países como Brasil (con el éxito de Pix) y México (CoDi) han demostrado que sistemas de transferencias instantáneas, sin comisiones al usuario final, disparan la adopción. La Superintendencia de Bancos dominicana afina una iniciativa similar para 2026, lo que podría replicar ese efecto en el Caribe.
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Fintech en modo ofensivo. Plataformas como Clip (México), Kubo (Guatemala) o Azul y GCS en República Dominicana ya ofrecen terminales de bajo costo, microcréditos basados en el historial de ventas y conciliación automática con inventario. El terreno está listo para un salto masivo.
El costo de seguir “guarda’o” en efectivo
Operar con cash no solo expone a los dueños de colmados a robos; también encarece la cadena: los proveedores deben mandar cobradores, las auditorías son manuales y el capital de trabajo se estanca en gavetas. Un estudio de la CEPAL cifra el sobrecosto logístico en hasta 2 puntos del margen bruto.
Digitalizar los flujos abre la puerta a créditos rotativos y descuentos por pronto pago. Por ejemplo, en Brasil, Ambev ofrece a los bares financiación instantánea si liquidan vía Pix; la morosidad cayó 30 % y las ventas de la cervecera subieron 7 % en seis meses.
Barreras que aún frenan el cambio
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Desconfianza en el sistema formal. Un 38 % de los micro‑empresarios encuestados admite que prefiere “ver” el dinero antes que confiar en un saldo virtual.
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Comisiones poco transparentes. Algunos bancos aún cobran entre 2 % y 4 % por transacción con tarjeta, cifra inviable para márgenes tan estrechos.
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Brecha de infraestructura. Zonas rurales dependen de conexiones 3G inestables; sin señal, no hay cobro digital que valga.
¿Y ahora qué?
El informe de Mastercard concluye que capturar solo el 30 % del efectivo circulante generaría US$ 134 mil millones en nuevos flujos electrónicos y sumaría a millones de negocios al sistema financiero. Para lograrlo se necesita una trilogía: productos de pago “plug & play”, tasas competitivas y campañas que expliquen, en palabras llanas, por qué cobrar digital “sale a cuenta”.
Mientras tanto, los colmados seguirán siendo el corazón de cada barrio. La diferencia es que, si la tendencia se consolida, ese corazón latirá con pulsos electrónicos y no con fajos de billetes de aquí a pocos años.