Las autoridades venezolanas apuestan por un nuevo paso hacia la “soberanía sanitaria”: el presidente Nicolás Maduro confirmó que una compañía de San Petersburgo levantará una línea de producción de insulina dentro del país, tras su reciente visita a Moscú y la firma de un Acuerdo de Asociación Estratégica con Vladímir Putin.
Según GxP News, la farmacéutica rusa Geropharm ya concluyó las adecuaciones de la planta estatal Espromed Bio y prevé que la manufactura comience en 2025, con una inversión cercana a US$ 22 millones entre modernización y operación.Esto formaliza un compromiso que ambas naciones arrastran desde 2021, cuando Caracas empezó a importar insulina “full-cycle” elaborada en Rusia.
Una urgencia que trasciende la política
La Organización Mundial de la Salud alerta que el precio y la escasa oferta siguen dejando sin tratamiento a millones de diabéticos, especialmente en sistemas de salud frágiles como el venezolano. El problema se agrava en América Latina y el Caribe, donde la prevalencia de diabetes casi se duplicó en tres décadas, situándose entre las regiones con mayor porcentaje de adultos afectados.
En Venezuela, la “roncha” para conseguir insulina se ha vuelto crónica desde las sanciones financieras de 2017. El propio Maduro culpa al “imperio gringo” de bloquear el suministro. La realidad es más compleja: aún con licencias humanitarias vigentes, la cobertura pública depende de divisas escasas y de importadores privados con márgenes limitados.
¿Qué cambia con una planta local?
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Capacidad instalada: Geropharm promete hasta 8 millones de cartuchos anuales, suficientes en teoría para cubrir la demanda interna y reservar un excedente para exportar a otros miembros del ALBA.
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Transferencia tecnológica: el acuerdo prevé que técnicos venezolanos se formen en San Petersburgo y que las fórmulas de insulina recombinante queden bajo control mixto Espromed–Geropharm.
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Reducción de costos: producir localmente puede recortar hasta 40 % del precio final, siempre que se mantenga acceso estable a materias primas y divisas para repuestos.
Riesgos sobre la mesa
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Dependencia geopolítica: la planta usaría equipos y reactivos patentados en Rusia; cualquier ruptura logística o sanción secundaria afectaría el flujo.
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Regulación y certificación: la OPS exige buenas prácticas de manufactura (GMP) auditables; fallas en bioseguridad retrasarían la salida al mercado.
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Diversificación limitada: especialistas advierten que seguirían faltando análogos de acción ultrarrápida, dominados por Lilly, Novo Nordisk y Sanofi.
¿Y las vacunas que promete Maduro?
El mandatario también habló de alianzas con Irán y Cuba para fabricar inmunógenos. De concretarse, la infraestructura de insulina serviría como banco de aprendizaje para biorreactores más complejos. Sin embargo, fuentes sanitarias recuerdan que los proyectos con tecnología cubana de la vacuna Abdala llevan dos años sin aprobación internacional.
Lectura final
Si la planta arranca según el cronograma, Venezuela podría aliviar un cuello de botella histórico y mostrar un caso de éxito de cooperación Sur-Sur en plena reconfiguración geopolítica. El reto, más allá de la foto en Miraflores, será sostener la calidad y garantizar que las ampollas lleguen a precio justo hasta el último ambulatorio de Barinas o El Tigre.