En una sala llena de cámaras y togados, Kim Kardashian revivió el asalto que la marcó para siempre entre lágrimas contó cómo aquel 3 de octubre de 2016 la ataron, le apuntaron con un arma y le arrebataron joyas por unos 10 millones de dólares. A casi nueve años del golpe, la empresaria dice poder aceptar las disculpas del líder de la banda, pero no borrar las cicatrices emocionales.
Según la agencia EFE, la “influencer” calificó de “conmovedora” la carta que Aomar Ait Khedache le envió en 2017 desde prisión, aunque subrayó que el gesto no deshace el pánico que aún siente cada vez que alguien desconocido se le acerca en un hotel o un aeropuerto.
Durante el juicio, Kardashian recordó que aquel hombre apodado “Old Omar” la obligó a replantearse su relación con la fama “Puedo creer en la rehabilitación, pero las víctimas cargamos con el miedo toda la vida”, afirmó entre sollozos. El acusado, de 70 años y con un historial delictivo que arranca en los setenta, solo pudo responder por escrito a las preguntas del tribunal debido a sus problemas de audición y movilidad.
El proceso, que arrancó el 28 de abril y debe concluir el 23 de mayo, sienta en el banquillo a diez integrantes del grupo bautizado por la prensa francesa como los grand-pa robbers por la avanzada edad de varios de ellos. Algunos llegan con bastón, pero la fiscalía los pinta como ladrones curtidos y nada “románticos” únicamente uno de los diamantes sustraídos ha sido recuperado hasta hoy.
Más allá del drama judicial, la agresión redefinió la seguridad de la dinastía Kardashian-Jenner. Tras el atraco, toda la familia incorporó escoltas 24/7, limitó su presencia en redes y dejó de presumir joyas o ubicar en tiempo real sus lujosos destinos.
Este caso, con su mezcla de celebridad global y veteranos del hampa, tensiona al sistema judicial francés: exige castigar un delito de alto impacto mediático sin caer en el circo ni en la condescendencia. Si el tribunal dicta penas ejemplares, podría enviar un mensaje claro sobre la protección de figuras públicas en París, ciudad cuya imagen sufrió un golpe cuando la estrella de reality show más seguida del planeta salió de allí en jet privado, temblando y, desde entonces, con un guardia siempre al lado.