El ayatolá Ali Khamenei reapareció en público para declarar que la República Islámica “noqueó” a sus dos enemigos históricos Estados Unidos e Israel tras doce días de choques sin precedentes. Desde Teherán, el líder supremo aseguró que el bombardeo iraní contra la base aérea de Al-Udeid, en Qatar, prueba que Washington “fracasó” en su intento de proteger al “régimen sionista”.
Según los partes militares divulgados en Doha y confirmados por medios regionales, la operación bautizada Glad Tidings of Victory incluyó el lanzamiento de al menos seis misiles balísticos, de los cuales uno impactó dentro del perímetro de Al-Udeid, mientras los sistemas antiaéreos qataríes interceptaron la mayoría. Aunque EE.UU. y Qatar reportaron cero víctimas, Teherán presentó el golpe como una “lección” que desnuda la vulnerabilidad de las fuerzas estadounidenses desplegadas en el Golfo.
La otra mitad del “triunfo” que celebra Khamenei apunta a los daños ocasionados en el programa nuclear de su país. En Washington, el director de la CIA, John Ratcliffe, confirmó que “un conjunto de pruebas creíbles” indica la destrucción de varias instalaciones clave y que su reconstrucción tomaría años, versión respaldada por altos funcionarios israelíes. Con esta afirmación, la administración estadounidense busca subrayar que la ofensiva conjunta cumplió su objetivo estratégico, pese a la retórica triunfalista de Teherán.
Para los analistas, el cruce de golpes coloca a ambos bandos en una peligrosa cuerda floja: Irán exhibe capacidad para alcanzar bases clave de EE.UU. en la región, mientras Washington demuestra que todavía puede penetrar la defensa iraní y golpear su infraestructura más sensible. En medio, Qatar intenta mantener la calma y reivindica que la vida “volvió a la normalidad” 48 horas después del ataque.
Aunque la comunidad internacional clama por contención, la narrativa iraní se inclina por la resistencia. Voceros de la Guardia Revolucionaria han advertido que un nuevo movimiento estadounidense desencadenaría la “implosión” de todas las bases de EE.UU. en Oriente Medio. El Pentágono, por su parte, reforzó sus defensas antimisiles y aseguró un “compromiso férreo” con la protección de Israel y de los socios del Golfo.
En esencia, Khamenei intenta vender en casa una “victoria” que, fuera de las fronteras iraníes, se ve mucho más ambigua el régimen exhibe músculo, pero su programa nuclear sangra y la economía sigue bajo sanciones. La próxima jugada diplomacia o más misiles definirá si este episodio queda como un golpe propagandístico o se convierte en un punto de no retorno en la rivalidad Irán-Estados Unidos-Israel.