Los cazas israelíes lanzaron este martes varios ataques de precisión contra la capital de Yemen, concentrándose en el aeropuerto internacional de Saná y en subestaciones eléctricas a su alrededor, según confirmaron las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El Ministerio de Salud controlado por los hutíes aseguró que, de momento, no hay un balance definitivo de víctimas civiles.
Según la agencia EFE, los bombardeos respondieron al misil balístico disparado el domingo por la milicia hutí que impactó en las inmediaciones del Aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, forzando la suspensión temporal de vuelos y causando una oleada de cancelaciones de compañías extranjeras. Los rebeldes, respaldados por Irán, calificaron su ataque de “acción solidaria” con Palestina e insistieron en que mantendrán el bloqueo aéreo contra Israel.
La cadena Reuters corroboró que la pista, la sala de salidas y varias aeronaves en Saná quedaron inutilizadas; además, la dirección del aeropuerto suspendió “hasta nuevo aviso” todo movimiento comercial y humanitario. Voceros hutíes advirtieron que la demolición de infraestructuras civiles “no quedará sin respuesta”, una amenaza repetida horas después en Al Jazeera tras la destrucción parcial del puerto de Hodeidah un día antes.
El recrudecimiento se produce a 1 600 kilómetros de Israel, un rango inédito para la Aviación hebrea fuera del teatro sirio-libanés. Analistas militares señalan que el gobierno de Benjamín Netanyahu busca revertir la percepción de vulnerabilidad generada por el misil hutí que atravesó varias capas de defensa aérea y detonó muy cerca de las terminales de Ben Gurión. La advertencia televisada de las FDI “Evacúen ya o arriesgan la vida” también marca la primera vez que Israel emite una alerta formal a civiles yemeníes antes de un bombardeo, algo que Gaza ha vivido de forma recurrente.
En Tel Aviv, la secuela inmediata fue una cascada de cancelaciones de aerolíneas europeas y estadounidenses Iberia, British Airways, Delta, entre otras, agravando el golpe económico para el turismo israelí en plena temporada alta. Mientras tanto, en el Golfo de Adén, las navieras revaluaban sus rutas ante la posibilidad de que los hutíes extiendan el conflicto al tránsito marítimo, un escenario que recuerda el cierre del estrecho de Bab el-Mandeb en 2016.
Para Yemen ya devastado por una guerra civil de una década la incursión israelí introduce un nuevo actor con capacidad operativa de largo alcance, complicando los frágiles equilibrios logrados tras el alto el fuego de 2023 entre los hutíes y la coalición liderada por Arabia Saudita. Voces diplomáticas temen que la intervención alimente la narrativa regional de “guerra por delegación” entre Teherán y Jerusalén, con Riad atrapado otra vez en medio.
En el terreno humanitario, organizaciones como Médicos Sin Fronteras advierten que el cierre del aeropuerto de Saná principal vía de evacuación médica y entrada de suministros puede dejar sin tratamiento a miles de pacientes crónicos y obstaculizar la llegada de ayuda alimentaria en un país donde 17 millones de personas padecen inseguridad alimentaria severa, según la ONU.
La pregunta clave ahora es si el gabinete israelí limitará su ofensiva a “objetivos estrictamente militares” como proclama o si replicará la estrategia de presión máxima vista en Gaza. En paralelo, los hutíes han prometido más misiles “donde más duela”, una declaración que podría forzar a los aliados de Israel en el Golfo a recalibrar sus propios sistemas antiaéreos. La región, otra vez, camina sobre pólvora.