El quinto amanecer consecutivo de bombardeos sobre territorio iraní confirmó que la Operación “León Ascendente” no se detendrá pronto. Mientras los F-15 israelíes machacan infraestructuras militares y plantas nucleares, el balance de víctimas civiles supera ya los dos cientos fallecidos, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Teherán.
Según la agencia EFE, el canciller Gideon Sa’ar llevó el parte de guerra esta mañana al Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knéset. Allí volvió a lucir una diapositiva con los logotipos de las potencias occidentales y sentenció que “todas las maniobras diplomáticas de Irán han sido bloqueadas gracias al apoyo que recibimos de nuestros aliados”.
Sa’ar aludía a la maratónica sesión del Consejo de Seguridad del 13 de junio y a la resolución que la Junta de Gobernadores del OIEA aprobó un día después. Aunque el texto instó a “evitar un desastre nuclear”, no llegó a condenar los ataques israelíes un matiz que Jerusalén interpreta como aval tácito. Por su parte, la Unión Europea hizo equilibrio diplomático: reiteró su “profunda preocupación” pero defendió la vía negociadora para que Irán vuelva a cumplir el Tratado de No Proliferación.
Mientras continuaba la lluvia de misiles sobre Natanz, Isfahán y Fordó, fuentes militares iraníes confirmaron la muerte de dos generales de la Guardia Revolucionaria y del jefe de inteligencia de ese cuerpo. Teherán respondió con salvas balísticas contra Tel Aviv y Haifa, obligando al cierre del aeropuerto Ben-Gurión durante varias horas. El Pentágono aseguró que sus fuerzas en Oriente Medio “no participan en la ofensiva”, pero advirtió a Irán de “represalias contundentes” si ataca intereses estadounidenses.
El impacto regional ya golpea los mercados de energía. El Brent rebotó un 7 % el viernes y los fletes de petroleros Seúl-Singapur subieron casi un 20 % en apenas tres sesiones, reflejando el miedo a un bloqueo del estrecho de Ormuz. Turquía, que importa una quinta parte de su crudo del Golfo, admite que tendría que buscar proveedores alternativos si las rutas se cortan.
Sin embargo, el ministro israelí enfatiza que la legitimidad internacional sigue de su lado. Las delegaciones de Reino Unido, Francia y Alemania evitaron críticas frontales en la ONU y se limitaron a pedir “contención proporcional”. Moscú y Pekín, en cambio, exigen un alto el fuego inmediato y han activado canales paralelos con Washington para frenar la escalada, según fuentes diplomáticas occidentales.
Analistas consultados por este diario ven tres diferencias clave respecto a crisis anteriores:
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Alcance quirúrgico. Israel concentra sus golpes en radares antiaéreos y silos de misiles de alcance intercontinental, buscando degradar la capacidad de represalia iraní antes de pensar en una campaña prolongada.
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Blindaje diplomático. El Gobierno de Netanyahu logró que la narrativa dominante describa sus ataques como “preventivos” ante un “riesgo existencial”, lo que dificulta sumar votos de condena en Nueva York.
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Riesgo nuclear inédito. Con varias centrifugadoras dañadas y rumores de escapes radiactivos menores, el OIEA advierte que “cualquier error de cálculo podría dejar al Golfo con un Chernóbil en miniatura”.
En la calle, el drama humano crece al ritmo de las sirenas antiaéreas. Decenas de miles de iraníes huyen de Teherán rumbo al norte, mientras hospitales saturados trasladan pacientes a provincias alejadas del frente. Israel, por su parte, eleva el número de refugios abiertos y llama a la reserva a otros 40 000 efectivos.
Los diplomáticos se felicitan por el “diálogo continuo” entre Gobierno y Ejército que destacó Sa’ar, pero la artillería en ambos lados sigue retumbando. Y cada bomba que cae hace más difícil imaginar el día después.