El presidente argentino, Javier Milei, volvió a dejar claro que su carta de presentación al mundo pasa por Tel Aviv y Washington. En un auditorio lleno en la Universidad Hebrea de Jerusalén, el mandatario aseguró que “la paz y el libre comercio” sólo son posibles de la mano de sus “aliados estratégicos” Estados Unidos e Israel. Los vítores de los estudiantes fueron tan ruidosos como las consignas propalestinas de un pequeño grupo de manifestantes que la seguridad terminó retirando.
Según la agencia EFE, los incidentes no pasaron de los gritos y las banderas palestinas; Milei mantuvo la agenda sin sobresaltos y se mostró sonriente mientras caminaba por la alfombra roja hacia el salón principal. Ahí reiteró que su gobierno “no improvisa” en política exterior y que la relación con Israel “es inquebrantable”. Al cierre del acto se escuchó el ya habitual “¡Viva la libertad, carajo!”, sello personal que el presidente utiliza como saludo a sus simpatizantes.
Un día antes, Milei había sorprendido a la Knéset anunciando que Argentina trasladará su embajada de Tel Aviv a Jerusalén en 2026, cumpliendo una promesa de campaña y sumándose a un grupo todavía reducido de países que reconocen oficialmente la ciudad como capital israelí. Fue la primera vez que un jefe de Estado argentino habló ante el Parlamento israelí y aprovechó la ocasión para firmar un memorando de entendimiento sobre antiterrorismo y antisemitismo.
El gesto replica la decisión de Donald Trump en 2018 y coloca a Buenos Aires en la misma lista que Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Kosovo y Papúa Nueva Guinea; el resto de las 170 delegaciones diplomáticas mantienen su sede en Tel Aviv. Para Milei, se trata de “alinear la brújula moral” con Occidente y con “las democracias que creen en los mercados libres”, tal como lo subrayó al detallar que sólo “siete excepciones” han dado ese paso en los últimos años.
No todos celebran la movida. La Autoridad Palestina calificó el anuncio de “provocación innecesaria” y advirtió que puede comprometer la histórica postura argentina de promover una solución de dos Estados. Analistas en Jerusalén recuerdan que Paraguay trasladó su embajada en 2018, pero la reabrió en Tel Aviv al año siguiente ante la presión de sus socios árabes, para volver a cambiar de opinión en 2023 un ejemplo de las turbulencias que genera esta decisión.
Dentro de Argentina, el debate tampoco es menor. La comunidad judía la mayor de América Latina celebró la noticia, mientras colectivos de derechos humanos temen que el país se convierta en objetivo de grupos extremistas, recordando los atentados contra la embajada israelí (1992) y la AMIA (1994). Economistas, por su parte, advierten que un eventual boicot comercial del Golfo podría complicar la frágil balanza de pagos argentina.
Lo que Milei dejó claro en Jerusalén es que su política exterior no dará giros bruscos en lo inmediato su alineamiento con Israel es ideológico, comercial y simbólico. Falta ver si la Cancillería logra equilibrar esta apuesta con las relaciones históricas que Argentina mantiene con el mundo árabe y con organismos multilaterales que siguen considerando el estatus final de Jerusalén un asunto pendiente de negociación. Si la diplomacia criolla encuentra ese delicado punto de apoyo, la movida podría fortalecer la imagen internacional de Milei; si no, el precio a pagar podría sentirse tanto en las exportaciones como en los foros donde se dirime la agenda global.