Kim Jong-un convierte funeral en propaganda de su alianza con Rusia

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Los focos de Pyongyang volvieron a apuntar hacia Kim Jong-un el domingo, cuando el líder norcoreano vistió con la bandera nacional seis ataúdes alineados con precisión casi militar. La ceremonia, empaquetada en música de violines, planos a cámara lenta y lágrimas cuidadosamente enfocadas, revalidó la destreza del régimen para transformar la muerte en un espectáculo político.

Según France 24, la transmisión estatal mostró a Kim acompañado por su hija, Kim Ju Ae, y por una delegación rusa encabezada por la ministra de Cultura Olga Lyubimova. La ausencia total de discursos se compensó con imágenes de combates y símbolos rusos, señal clara de que los caídos formaban parte del contingente norcoreano desplegado en suelo ruso. La agencia Reuters confirmó que el acto coincidió con la gala del primer aniversario del tratado de “asociación estratégica integral” suscrito con Moscú en junio de 2024.

Ese pacto, que incluye una cláusula de defensa mutua, se ha traducido en la presencia de alrededor de 11 000 soldados norcoreanos en la región de Kursk desde agosto pasado, con planes de enviar refuerzos este mismo verano, según fuentes de inteligencia citadas por Seúl.  El funeral televisado buscó elevar a mártires a los primeros caídos de esa avanzada, reforzando la narrativa de “sacrificio compartido” que ambos gobiernos explotan para el público interno.

Más allá de la pompa, la operación con Moscú levanta cejas en el Consejo de Seguridad de la ONU. Un grupo de once países denunció este mes que Rusia ha recibido hasta nueve millones de proyectiles y cohetes norcoreanos, en flagrante violación de las sanciones que pesan sobre Pyongyang desde 2006.  El régimen de Kim tildó el informe de “hostil y sesgado”, pero no negó los envíos.

El Gobierno surcoreano, por su parte, sopesa nuevas contramedidas diplomáticas y reforzar su propia capacidad de disuasión, inquieto ante la posibilidad de que la guerra de Ucrania exporte inestabilidad al nordeste asiático.  Washington también ve la alianza Kim-Putin como una muestra de cómo dos países sancionados se sostienen mutuamente, intercambiando armamento por tecnología militar e imágenes propagandísticas que ayuden a mantener la moral de sus poblaciones.

En esencia, Kim volvió a demostrar que domina el arte de convertir un velorio en mensaje geopolítico seis féretros, una bandera por encima y una narrativa que grita “estamos hombro con hombro” con el Kremlin. Para el líder norcoreano, cada nota de violín y cada lágrima caída ante las cámaras valen oro político refuerzan el vínculo con Moscú, distraen del aislamiento económico y, de paso, proyectan la imagen de una Corea del Norte lista para morir y filmarlo por su nuevo aliado.

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