El senador y precandidato presidencial colombiano Miguel Uribe Turbay continúa batallando por su vida en la Fundación Santa Fe. Doce días después de recibir dos impactos de bala en la cabeza y uno en la pierna durante un acto de campaña en el barrio Modelia, su condición se mantiene como “máxima gravedad”, aunque su familia asegura que el dirigente “tiene fuerzas” y no piensa rendirse.
Según la agencia EFE, la clínica bogotana dejó de emitir partes médicos diarios y solo difundirá información “cuando haya cambios significativos”, decisión que busca frenar las especulaciones que han pululado en redes.
El ataque del 7 de junio sacudió a Colombia: un sicario se mezcló entre los simpatizantes y disparó a quemarropa mientras Uribe agradecía el respaldo a su proyecto de llegar a la Casa de Nariño en 2026. La escena, registrada en múltiples teléfonos, recordó épocas oscuras de la política nacional, marcadas por magnicidios impunes que todavía duelen.
Esa memoria colectiva resurgió con fuerza. El País describe un clima de “batidora de incertidumbre” donde el fantasma de la violencia se mezcla con tensiones institucionales y llamados a una nueva constituyente. Human Rights Watch, por su parte, advirtió que el atentado es “un golpe a la democracia” y pidió garantías de seguridad para todos los candidatos.
El gobierno de Gustavo Petro solicitó el apoyo de la CIA y el FBI para afinar la investigación, mientras la Fiscalía rastrea la red que reclutó al menor de 14 años señalado de accionar el arma. A la par, aumentan los operativos de la Policía en Bogotá y Cundinamarca: solo entre enero y mayo se han frustrado 18 intentos de homicidio contra líderes políticos, la cifra más alta en un lustro, de acuerdo con datos oficiales revisados por este medio.
La incertidumbre se agrava por la desinformación. El 17 de junio circuló un boletín falso que daba por muerto al senador; la Fundación Santa Fe lo desmintió de inmediato, recordando que cualquier novedad médica saldrá por canales oficiales.
Mientras tanto, la esposa de Uribe, María Claudia Tarazona, se aferra a la fe y agradece el “esfuerzo titánico” de los médicos, gesto que ha motivado vigilias diarias en las afueras del hospital. Los simpatizantes prenden velones y entonan oraciones, convencidos de que “el flaco” como le llaman sus amigos volverá a levantarse.
Queda un año para la carrera presidencial, pero el país ya debate cómo blindar las campañas sin coartar la calle, escenario natural de la política criolla. Más que un caso aislado, el atentado contra Miguel Uribe reabre la conversación sobre la protección de líderes en una democracia marcada, todavía, por la pólvora de su pasado.