La despedida de Evo Morales a José “Pepe” Mujica resonó este martes como un testimonio de gratitud y camaradería latinoamericana. El exmandatario boliviano subrayó que la partida de Mujica a los 89 años, tras batallar contra un cáncer de esófago deja “enseñanzas y un gran ejemplo” para la región.
Según la agencia EFE, Morales publicó en X que el exgobernante uruguayo fue “un ferviente creyente de la integración y de la Patria Grande”, al tiempo que extendió sus condolencias a la familia de Mujica y al pueblo charrúa. El luto, sin embargo, se siente mucho más allá de Montevideo líderes de todo el continente han elogiado la sencillez y la coherencia política del hombre que, como presidente (2010-2015), cedía la mitad de su salario y vivía en su chacra con su perra Manuela.
Mujica se ganó la admiración mundial impulsando reformas pioneras legalización del cannabis, matrimonio igualitario y aborto seguro mientras Uruguay escalaba en energías renovables y cohesión social.Su estilo austero contrastó con la épica de su pasado guerrillero en los Tupamaros y los casi 15 años que pasó confinado en prisión durante la dictadura militar. Ese tránsito personal, de insurgente a estadista, alimentó la narrativa de la Patria Grande que sedujo a Morales, Lula da Silva y otros dirigentes progresistas de la era “marea rosa”.
La sintonía ideológica entre Morales y Mujica estuvo marcada por gestos mutuos de apoyo. Cuando Bolivia debatía la nacionalización del litio, Mujica elogió la iniciativa como parte de una “segunda independencia” regional; Morales, por su parte, evocaba con frecuencia la humildad material de “Pepe” como antídoto frente a la tentación de perpetuarse en el poder. Esa afinidad quedó sellada públicamente en 2023, cuando el presidente boliviano Luis Arce viajó a Montevideo para visitarlo y relanzar la agenda de integración Energía-Alimentos-Conectividad.
Más allá de la emotividad, el fallecimiento de Mujica reabre preguntas sobre el futuro del progresismo sudamericano. Con Lula concentrado en las turbulencias internas de Brasil y Gustavo Petro lidiando con una popularidad menguante, ¿quién encarnará ahora el rol de “conciencia moral” continental? Analistas consultados por Al Jazeera apuntan que la figura de Mujica era vista como “punto de encuentro” entre socialdemócratas y corrientes de izquierda más radicales.
Mientras Uruguay decretó tres días de duelo nacional, el eco de su legado se escucha también en los pasillos de la OEA y la CELAC, donde se baraja la idea de bautizar un foro permanente con su nombre para monitorear políticas de reducción de la desigualdad. Sería, dicen sus promotores, un homenaje coherente con quien resumía su programa político en una frase sencilla “Vivir con dignidad y ayudar al vecino”.
De momento, Evo Morales y miles de usuarios en redes sociales comparten retratos y anécdotas del viejo guerrillero que prefería cultivar flores antes que exhibir lujos. En palabras de un tuitero anónimo “El presidente más pobre nos deja la riqueza de su ejemplo”. Un epitafio que, seguramente, al propio Mujica le arrancaría una sonrisa tímida y un mate bien caliente.