Nayib Bukele presume “mejor sistema penitenciario” con 48 000 reclusos en labores

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El presidente salvadoreño Nayib Bukele volvió a encender el debate regional al proclamar en X que su país cuenta con “el mejor sistema penitenciario del mundo”, basado en la ocupación laboral de decenas de miles de presos un mensaje que llega mientras su Gobierno sigue bajo la lupa por la mano dura contra las pandillas.

Según la agencia EFE, el propio Bukele respondió a un video difundido por el director de Centros Penales, Osiris Luna, donde se observa a internos fabricando calzado y participando en obras públicas, todo bajo el programa estatal Cero Ocio. El clip cifra en más de 48 000 los privados de libertad que ya trabajan para acortar sus condenas y detalla que al menos 6 000 elaboran 150 000 pares de zapatos al mes, mientras otros 15 000 colaboran con la constructora estatal.

No obstante, la realidad penitenciaria salvadoreña dista de la postal oficial. El World Prison Brief calcula que la población carcelaria superó los 109 000 reclusos a marzo de 2024 un 163 % por encima de la capacidad instalada, lo que convierte al país en el líder mundial en tasa de encarcelamiento 1 659 internos por cada 100 000 habitantes. Buena parte de ese crecimiento se atribuye al régimen de excepción vigente desde marzo de 2022, que ha permitido arrestos masivos (más de 81 000 personas, según datos oficiales) con garantías procesales suspendidas.

Organizaciones de derechos humanos ponen el grito en el cielo. En su Informe Mundial 2025, Human Rights Watch documenta arrestos arbitrarios, torturas e incluso 261 muertes bajo custodia durante el estado de emergencia. Esta semana, Amnistía Internacional declaró presos de conciencia a tres defensores y denunció un patrón de criminalización de voces críticas en la naciente segunda administración de Bukele.

Además, la figura que promociona el modelo, Osiris Luna, carga con sanciones de Estados Unidos desde 2021 y, según una reciente investigación del New York Times, habría ofrecido testificar sobre pactos entre el Ejecutivo y la MS-13 a cambio de “asilo de lujo”. El Gobierno salvadoreño guarda silencio sobre este señalamiento, pero la polémica debilita el relato oficial de transparencia.

¿Rehabilitación real o mano dura maquillada?

El impulso laboral interno no es nuevo el programa se llamaba Yo Cambio en administraciones anteriores, pero nunca había operado a la escala que presume Bukele. Los defensores ven en Cero Ocio una vía de rehabilitación; los críticos responden que muchos de los reos obligados a trabajar aún no tienen condena firme y que el salario, si existe, se desconoce. Mientras tanto, la sobrepoblación, las muertes bajo custodia y la ausencia de control judicial independiente alimentan dudas sobre la sostenibilidad de un modelo que exporta disciplina, pero acumula denuncias.

Con el país exhibiendo la mayor reducción de homicidios de su historia y a la vez la mayor proporción de ciudadanos tras las rejas, El Salvador se ha convertido en laboratorio de seguridad para algunos y en advertencia para otros. Si la fórmula “trabajo a cambio de pena” no va acompañada de debidas garantías, la etiqueta de “mejor sistema” podría ser, más que un logro, el caparazón de una crisis de derechos humanos que apenas comienza a mostrarse en cifras.

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